Un Profesor De Capoeira Nos Explica Cómo Es Esto De Bailar Para Defenderse

¿Una danza ritual? No exactamente. ¿Un sistema de lucha? Sí, pero entre otras muchas cosas. La capoeira es un torbellino de expresión corporal, un arte marcial afro-brasileño que combina música, acrobacias, baile y que, sobre todo, supone para quien

¿Una danza ritual? No exactamente. ¿Un sistema de lucha? Sí, pero entre otras muchas cosas. La capoeira es un torbellino de expresión corporal, un arte marcial afro-brasileño que combina música, acrobacias, baile y que, sobre todo, supone para quien la domina un arma de defensa personal que puede resultar casi letal para el contrincante. Detrás de la capoeira, que todavía hoy es practicada por millones de personas en todo el mundo, hay una historia intrincada que hace remontar el relato al siglo XVI, a los tiempos de la conquista de América. Hablamos de este espectáculo de saltos, giros, de miradas fijas y desafiantes y de concentración mental con un maestro que enseña todos los secretos de este arte: con el professor Renato Pereira, Brucutu, nacido en Río de Janeiro y que trajo a España la capoeira hace más de 30 años.

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Aunque el cuerpo de un capoeirista no deja de moverse ni un segundo, su mente permanece quieta como un lago en calma. La concentración queda bien reflejada en los ojos del luchador, que plasma con sus giros un arte que nació en torno al año 1.500 en Brasil. El 22 de abril de ese año, la flota comandada por el militar Pedro Álvares Cabral arribó por primera vez a las costas brasileñas, y una de las primeras empresas de la expedición consistió en esclavizar a la población indígena para obtener mano de obra. En vista de que los nativos brasileños no soportaban las duras condiciones que el ejército portugués les imponía, se tomó la decisión de ‘importar’ esclavos traídos de África, jóvenes varones negros que eran raptados de sus lugares de origen, embarcados en abominables galeones y llevados al Nuevo Mundo como mercancía.

El trauma que para esos miles de negros supuso el hecho de ser arrancados de sus raíces y separados de sus familias fomentó que, de forma aparentemente inocente, ‘inventasen’ un mecanismo para mantener su mente alejada de los límites de la locura. “Por eso crearon una danza, un ritual mezcla de acrobacias, boxeo, kárate, samba y tai chi, con el que entretenerse, recobrar autoestima y seguridad en sí mismos y que les capacitaba, además, para luchar cuando llegase el momento”, explica el professor Brucutu. Todo, por supuesto, camuflado bajo la denominación de ‘baile folklórico’ para evitar que los esclavizadores portugueses entendieran su práctica como una amenaza y la prohibieran sin mayor miramiento.

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La historia de la capoeira se tornó más tarde muy oscura. Tras la liberación de los esclavos en el siglo XIX, muchos grupos de capoeiristas formaron grupos criminales que amedrentaron a la población con su dominio ya ancestral de la autodefensa. “Efectivamente, los esclavos obtuvieron la libertad, pero sin estudios, profesión, casa ni comida, la mayoría cayó en la marginalidad”, comenta Brucutu. No obstante, más tarde, ya en el siglo XX, la capoeira comenzó a ser enseñada en Academias oficiales, a perder ese halo de temor y a convertirse, por último, en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

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Un origen que ahora suena romántico, de película, para lo que hoy sigue viéndose como un ejercicio óptimo para mantener en forma tanto el cuerpo como la mente. Por la academia que el professor Brucutu gestiona en Guadalajara circulan diariamente muchos y muchas amantes del deporte que ven en la capoeira un ejercicio más completo que los que se pueden hacer en cualquier gimnasio. Es el caso de Álvaro, un joven de 24 años capoeirista desde los 8: “he practicado muchos deportes en mi vida, pero este es el único que constituye, además de un ejercicio, una auténtica fiesta. Además de su herencia cultural, la capoeira hace que te encuentres con gente que comparte tu misma afición mientras cantas, bailas, te mueves y no solo buscas vencer a tu adversario”, comenta.

Álvaro es uno de los alumnos más aventajados del professor Brucutu, por eso sigue sus preceptos al pie de la letra. Entiende que este deporte se enfrenta a la cultura de competición tradicional: “ganar y perder se entiende en otros deportes como unos términos relacionados con el orgullo o la humillación, pero la capoeira tiene mucho más que ver con la vida, con entender tu cuerpo y dominarlo y con aceptar tus límites y los del otro sin tener que machacarle”, cuenta Álvaro.

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Y, ¿cómo es, entonces, una clase de capoeira con el professor Brucutu? “Lo primero que llama la atención es la diversidad de ejercicios: acrobacias, deporte, canto, lucha”. Sus clases son casi representaciones teatrales en las que la esencia de la capoeira sigue estando viva. No falta en ninguna de las sesiones la música de un berimbau, un sencillo instrumento musical básico en las ‘ruedas’ de capoeira, también herencia de aquellos primeros tiempos en las costas brasileñas. Con su sonido y con la forma con la que el professor lo interpreta, se logra crear el clima idóneo y sirve además para marcar el ritmo de los movimientos.

Agilidad, potencia, rapidez, elasticidad, equilibrio, reflejos. Todos ingredientes que el capoeirista sabe exprimir con sus posturas y movimientos en pleno trance casi místico, y que sirven tanto para el ataque como para la defensa y que se enmarcan en la práctica de un arte marcial de autodefensa con siglos de antigüedad, una historia sorprendente y una capacidad de ‘enganche’ más que evidente. Y más teniendo en cuenta, como dice Brucutu, que “no hay que contar con unas características específicas para practicarlo: cualquiera con ganas de aprender puede hacerlo”.