El Precariado: La Guía De Un Experto Para Luchar Por Tus Derechos Y Evitar Que Te Sigan Puteando

Licenciatura o grado. Un máster. Inglés B1 y algo de francés. Poquito, pero algo suena del colegio. Ah, y un par de cursos on-line, lo mismo un voluntariado en un campamento hace dos veranos... No está nada mal, ¿no? Es un currículum tipo. Bastante c

Licenciatura o grado. Un máster. Inglés B1 y algo de francés. Poquito, pero algo suena del colegio. Ah, y un par de cursos on-line, lo mismo un voluntariado en un campamento hace dos veranos... No está nada mal, ¿no? Es un currículum tipo. Bastante completo, de hecho. Algo así debería ser suficiente para encontrar un trabajo de lo tuyo. Já. Cientos de mileniales forman parte de un nuevo grupo social, el que el economista británico Guy Standing ha dado en llamar ‘El Precariado’. Y no se refiere únicamente a los profesionales sobrecualificados que no encuentran su hueco y que se tienen que dedicar a otras tareas, sino a todas aquellas personas que no reciben el suficiente apoyo del sistema en momentos de necesidad.

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Sumemos entonces a los inmigrantes, a las personas sin preparación, a los parados de larga duración… Víctimas de la crisis financiera y de las políticas de austeridad de los Gobiernos, vulnerables ante los caprichosos cambios del mercado laboral. De todos ellos habla Standing en su libro El precariado, una carta de derechos. Empieza destruyendo esos mensajes casi divertidos que empezaron a llegarnos hace unos años. Como cuando nació el término ‘El precariado, una carta de derechos’. Planteaba un escenario excitante, que invitaba a los jóvenes a reinventarse, a buscar nuevas metas, a pelear por labrarse un futuro. Ser mileurista era el precio por vivir en una sociedad de consumo que invitaba a hacerse a uno mismo. Y todos, o casi todos, compramos aquel discurso.

Pero el tiempo pasó y caímos en la cuenta de que el mercado no era ni divertido ni ilusionante. Ya era tarde. Ahora, por ejemplo, los políticos minimizan la jodienda que supone a muchos jóvenes el hecho de tener que emigrar. Parece que nos vamos de InterRail a buscar nuevas experiencias. Vamos, que salimos de vacaciones a Europa a encontrar un hueco. Como si la decisión se hubiera tomado a la ligera, motivada por las ganas de ser algo así como ciudadanos del mundo. Y no. El motivo que empuja a muchos es que, aquí, nada de nada. Y el paro ya se ha terminado. Y los cursos que te ofrecen apestan.

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Precariado. No por lo que se cobra o por los puestos a los que uno puede optar con mayor o menor suerte, sino por el desamparo comunitario en tiempos de necesidad. Por la debilidad de los mecanismos que garantizan la subsistencia. Vamos, por el resultado de la paulatina destrucción de aquello que llamaban 'el Estado del Bienestar'.

Y, ¿qué propone Standing? Lo primero, crear conciencia de clase. Casi suena a libro de Historia, a revolución industrial, a proletariado. Pero por ahí va la cosa. La sociedad cambia, evoluciona, y hay que estudiarla en su contexto. Standing asegura que es labor de los ‘precarios’ tomar conciencia de que lo son, unirse y poder así contestar a los que, o se han afanado en precarizarnos, o han dejado que eso ocurra sin poner medios para evitarlo.

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Porque el precariado supone en muchas sociedades, según Standing, el 40% de la población. Mucha gente enfrentándose a un trabajo inestable, a una vida inestable, a un incierto futuro. Por eso también son tantos y cada vez más los que se han desvinculado de la política. Y también por eso, asegura el economista, han surgido partidos como Podemos en España, Syriza en Grecia o Syriza en Italia.

En El precariado, una carta de derechos se propone también, como base fundamental, redefinir el concepto de 'trabajo'. Porque trabajar no sólo es ir a la oficina. ¿Acaso un autónomo que invierte horas y horas en buscar clientes no está trabajando? O una persona que dedica todas las mañanas a inundar de currículums las páginas de ofertas y las oficinas de su ciudad, ¿no está trabajando para buscar trabajo?

Por último, y como medida fundamental, Standing propone una renta básica universal. Es decir, que todos los ciudadanos reciban, estén o no trabajando, sean pobres o no, una cantidad de dinero. Sólo así, dice el autor, podremos comenzar a ser libres y nos quitaremos de encima esa daga que amenaza con cortarnos la cabeza permanentemente.

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Pero en lo que Guy Standing insiste más es en el hecho de tomar conciencia de grupo. De estar preparados para detectar quién nos quiere mangonear y no dejarle hacerlo. La sociedad ya no es la misma que hace 30 años. Ni siquiera es la misma que existía hace 10. Por eso, y porque los mileniales seremos los que decidamos cómo será la sociedad dentro de otros 10 o 20, Standing nos grita: ¡tomad el control!