Poemas de amor y desamor para entender cómo ha cambiado ese sentimiento

 Cómo vivir, cómo amar y cómo morir. Encontrar un modo de llenar nuestra existencia exprimiéndola al máximo para que ambos conceptos queden completos.

By Lítera

Los dos grandes temas de los que jamás se ha dejado de escribir son el amor y la muerte. Da igual que nos remontemos a la Antigua Grecia o que hojeemos hoy mismo la mesa de novedades de una librería. Y es que estos dos conceptos que nos han regido como especie son precisamente los que el ser humano no ha podido explicar satisfactoriamente. Por eso seguimos escribiendo, leyendo y debatiendo sobre ellas. Cómo vivir, cómo amar y cómo morir. Encontrar un modo de llenar nuestra existencia exprimiéndola al máximo para que ambos conceptos queden completos.

Nos centraremos en el amor porque hace que merezca la pena el camino. Pero, al desmenuzarlo, sentirlo, venerarlo... ¿siempre hemos hablado del mismo sentimiento? Nos hemos preguntado si el concepto de amor ha ido cambiando a lo largo de la historia de la literatura o si hemos estado dándole vueltas a lo mismo una y otra vez. ¿La idea del amor es algo concreto, algo fijo e inmutable, o su definición ha ido cambiando? Aquí va una pequeña selección de textos, aunque el tema merece un libro entero.

Paz no encuentro, y no tengo armas de guerra;

temo y espero; ardiendo, estoy helado;

vuelo hasta el cielo, pero yazgo en tierra;

no estrecho nada, al mundo así abrazado.

 

Quien me aprisiona no me abre ni cierra,

por suyo no me da, ni me ha soltado;

y no me mata Amor ni me deshierra,

ni quiere verme vivo ni acabado.

 

Sin lengua ni ojos veo y voy gritando;

auxilio pido, y en morir me empeño;

me odio a mí mismo, y alguien me enamora.

 

Me nutro de dolor, río llorando;

muerte y vida de igual modo desdeño:

en este estado me tenéis, señora.

PETRARCA, S.XIV

Petrarca es conocido como el poeta del amor, por eso hemos empezado con él. Se enamoró de Laura y le dedicó un libro llamado Cancionero. La primera mitad del poemario, escrito mientras ella vivía, son sonetos sobre las sensaciones de amor que la musa provocaba en el poeta. La segunda mitad, escrita tras la muerte prematura de su amada, habla sobre el dolor que le ha causado su pérdida. Laura y Petrarca, según la leyenda, jamás hablaron. De hecho, es posible que ella jamás supiera que él existía.

En este soneto se puede ver que, para Petrarca, ya en el siglo XIV, el amor es un sentimiento paradójico. Fuego y hielo, guerra y paz, sufrimiento y felicidad. El amor es intenso y puede llevarte de una emoción a la contraria sin lapso de tiempo siquiera. El amor nos hace sentir vivos porque nos hace, simplemente, sentir.


Desmayarse, atreverse, estar furioso,

áspero, tierno, liberal, esquivo,

alentado, mortal, difunto, vivo,

leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,

mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,

enojado, valiente, fugitivo,

satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,

beber veneno por licor süave,

olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,

dar la vida y el alma a un desengaño;

esto es amor, quien lo probó lo sabe.

LOPE DE VEGA, S. XVII

Lope de Vega es uno de los escritores clave del siglo de Oro español y fue conocido, sobre todo, por su teatro. Se cuenta que era un absoluto don Juan y que llegó a tener tantos hijos como obras de teatro escritas. Y escribió más de 300.

Según Lope, el amor es creer que un cielo en un infierno cabe. Vamos, que es creer que el sufrimiento va a llevarnos a una felicidad que ni soñamos. Es un sentimiento que nos quita un poco la razón, que nos hace ir de un extremo a otro y que, aunque se trata de una esperanza que no sabemos si llegará a buen puerto, nos entregamos a ella en vida y alma. Así que parece que del siglo XIV al XVII no cambia excesivamente esta concepción del amor.


Tú eras el huracán, y yo la alta

torre que desafía su poder.

¡Tenías que estrellarte o que abatirme...!

¡No pudo ser!

Tú eras el océano; y yo la enhiesta

roca que firme aguarda su vaivén.

¡Tenías que romperte o que arrancarme...!

¡No pudo ser!

Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados

uno a arrollar, el otro a no ceder;

la senda estrecha, inevitable el choque...

¡No pudo ser!

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER, S. XIX

Saltamos al siglo XIX para leer a otro de los poetas más populares de nuestra literatura. Aunque suele considerarse que Bécquer es un romántico, su forma de escribir es más simbolista. Su vida sí que fue bastante romántica. Amó platónicamente a varias mujeres, tuvo una amante que lo abandonó y eso precipitó su tuberculosis de tal forma que murió con sólo 34 años.

En este poema, Bécquer habla del amor como una lucha entre contrarios. Una batalla, un choque inevitable. Amar conlleva la destrucción del otro y, por eso, el amor no puede darse.


Llevo tu corazón conmigo

lo llevo en mi corazón

Nunca estoy sin él

allá donde voy,

vas tu, querida

y todo aquello hecho solo por mi

lo haces tú, mi amada

No temo al destino

porque tú eres mi destino, mi Amor

no quiero ningún mundo

pues hermosa, tú eres mi mundo, mi fiel

He aquí el mayor secreto que nadie conoce

he aquí la raíz de la raíz

y el brote del brote

y el cielo del cielo

de un árbol llamado vida

que crece más de lo que

el alma puede esperar o la mente ocultar

es la maravilla que mantiene las estrellas separadas

Llevo tu corazón

lo llevo en mi corazón

E.E. CUMMINGS,  primer tercio del S. XX

E. E. Cummings es un autor norteamericano que escribe sobre el amor, sobre la vida y sobre la relación de las personas con el mundo en el que viven. De repente, vemos que el amor ya no genera sufrimiento, sino que se trata de un tipo de fusión. El amor es un secreto, es un regalo, es algo que nos hace crecer más allá de lo que éramos capaces de imaginar: es la vida que crece más de lo que el alma podía esperar.


Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.

Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.

La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.

¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,

la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas,

la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes,

los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?

Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.

Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se

levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.

Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.

Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.

Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.

Ya los ejércitos me cercan, las hordas.

Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.

El nombre de una mujer me delata.

Me duele una mujer en todo el cuerpo.

BORGES, años 70

Borges es un autor argentino conocido, sobre todo, por sus cuentos, pero que también escribió algunos poemas bellísimos. Se enamoró por primera vez siendo ya muy mayor y a punto de quedarse ciego. En este poema habla del miedo que da ese sentimiento, de que todo lo que había tenido antes de su aparición ya no le sirve y que su mundo se reorganiza en función de esa mujer que ha aparecido. Vuelve a haber una relación entre el amor y el dolor, pero no sabemos si es el amor lo que duele o sus esfuerzos de intentar evitarlo.


Buscaba el amor y me tropecé contigo.

Tú venías del amor y lamías tus heridas

con la misma ansiedad furtiva que mi pecho.

Yo no sabía qué pensar, y no pensé;

cómo iba a sospechar de tu lengua pasajera

si yo quería quererte tanto que apenas te conocí.

El eco de dolores antiguos te reclamó

y aquel mismo día me dijiste que te ibas.

Ya no estabas ni estarías, mi geografía

se estancó donde todos los rincones

eran un solo vacío. Y así quedé errando

en la tierra yerma de tu ausencia,

lamiendo tu nombre y sus heridas,

forzando otros tropiezos de lujuria y tambaleo

que me pierden sin quererlo en un lugar llamado amor.

SERGIO RODRÍGUEZ, actualidad

Sergio Rodríguez era jovencísimo cuando publicaron este poema en una antología de poetas noveles en Hiperión. Aquí se habla del amor como un ciclo de malentendidos. Una persona que viene de una mala historia se engancha a otra para salir de ella y le genera la experiencia negativa que se repetirá cuando esta intente estar con la siguiente persona.


Una posible conclusión es que estos no sean poemas de amor. Salvo el de E.E. Cummings, estamos hablando más bien de poemas de desamor, como si solo ante la dificultad del amor pudiéramos sentirlo en su plenitud. Más allá del cambio en su expresión, no existe un solo concepto del amor. Además, una cosa es la idea de amor que nos transmite la literatura y otra cosa es el sinfín de emociones variopintas que, juntas y revueltas, podemos o no considerar amor. Una cosa es la intensidad y otra es encontrar a un compañero de vida. Y, al final, una cosa es escribir y otra es vivir.