Admitámoslo, nos gusta lo fácil. Cuando algo es fácil, simplemente nos dejamos llevar. No pensamos en nada hasta que ya es demasiado tarde. Hasta que el resultado es irreversible y tenemos que hablar en pasado. Pero si quieres algo más, si no eres de los que se conforman con lo primero, con lo inmediato, con lo que surge, sin más, entonces nos vamos entendiendo. Como diría el psicólogo con el que posiblemente me tendré que conformar en el futuro: hablemos del tema.
Porque las cosas no hay que hacerlas bien, sin más. Ahí no hay satisfacción, no hay nada. Es pura mecánica, pura acción y poca reacción. Si algo se te da bien, hay que tener cojones para llevarlo a cabo hasta el final, hasta las últimas consecuencias. Conformarse es de cobardes, y no lo digo a la ligera: es una verdad universal, probada y comprobada por miles de experiencias que se quedan en el tintero. Por todas esas personas que hablan en condicional. "Y si hubiera....", "Tendría que...". No hay nada más trágico que oír a alguien arrepentirse de no haber hecho algo.
Por suerte, uno de los motores más potentes del mundo es la inspiración. Cuando alguien te inspira, por un segundo, eres completamente imparable. Capaz de cualquier cosa. Aunque para materializarlo, es necesario un segundo paso. La fotógrafa Rhi Ellis es una de estas personas que viven siempre buscando algo más. Que no se conforman con hacer algo sin más, sino que ponen todo su corazón. Sus fotografías transmiten pura emoción, contrastando la grandilocuencia de la naturaleza más pacífica y la soledad de esa persona sintiendo el peso del mundo en sus hombros. Porque para que un fotógrafo pueda transmitir algo, primero ha de sentirlo en sus propias carnes. Si no, no hay absolutamente nada que hacer.
Unas localizaciones de infarto, colores con una sutileza afinadísima, y cierto aire romántico que nos evoca a la introspección. Porque a veces una fotografía puede hacer plantearte tantas cosas. Tantas. ¿Porqué conformarse cuando siempre hay algo más allá? Es una búsqueda incansable, pero más gratificante que cualquier otro placer hedonista. Cuando llegas a ese punto, ya no tendrás ganas de volver atrás. Lo habrás logrado.