Ay el Erasmus, divino tesoro. Todos los días de la semana son sábado, viajas más que la furgoneta de la tómbola, el ambiente internacional, las preparty con trece cervezas, las party con siete copas y las postparty con tres Ibuprofenos... Quién pudiera irse al menos una vez cada dos años. Y que sean dos para que te de tiempo a bajarlo. Porque está comprobado que si te vas de Erasmus, probablemente no necesites ni billete de avión de vuelta, lo harás rodando.
La dieta del congelado
Para muchos el Erasmus es la primera toma de contacto con la independencia, pero una muy buena con billetes de tus padres y sin responsabilidad alguna. El primer mes aparecen gastos por todas partes. Que si el billete de avión, el piso, la fianza, todo lo que necesario para la casa y la primera visita al supermercado.
Vas a la compra y te das cuenta que en casi todos los países de destino Erasmus, los alimentos frescos son prohibitivos y ni que decir lo que vale el aceite de oliva. Así que prefieres invertir el dinero en viajes y en una marca de alcohol que te patrocine resacas decentes. Y acabas alimentándote a base de congelados, aceite de girasol, mantequilla, cereales y comida precocinada a punta pala.
Tabla reparto de kcal del Erasmus
Van pasando los días, las fiestas, los eventos de la uni, el primer viaje; y tú ni ves venir el percal. Estás tan ocupado disfrutando y poniéndote gordo, que no tienes tiempo para cocinar algo que lleve más de 15 minutos. En vez de menú semanal de comidas, lo creas de bares, a local por día de la semana y oferta.
Y a todo esto hay que sumarle las cenas internacionales: que si un día cocina el turco, otro el chino, el griego. Pues tú no ibas a ser menos, así que te marcas una tortilla de patatas de tantos huevos que ni las gallinas de Andorra entera.
Total, que haciendo recuento, en estos meses de Erasmus tu vida se basa en 50% Cerveza, 20% alcoholes varios, 25% comida basura internacional y 5% cenar cereales cuatro días por semana.
Vagos VS mierda creativa
Hay una hecho comprobado empíricamente y que ocurre en el 98% de los casos:
Tíos -5kg: Los tíos vuelven todos estrenando cinturón. Son unos vagos, y si no hay nada hecho de comer, que no lo hay, directamente no cenan, tres birras y tirando.
Tías +5kg: Ellas suelen ser menos perezosas en este tema, cocinan más que ellos pero no más sano. Se suele dar el caso de juntarse unas cuantas y cocinar mierdas creativas. No se sigue un horario, se bebe el triple, y por supuesto no se hacen cinco comidas al día, si al caso cinco pizzas. Oda al "como cuando tengo hambre", que suele ser cada 10 minutos.
El punto de no retorno
Un día cualquiera, te estás preparando para salir de fiesta y ya has visualizado el outfit mental con esos vaqueros que te marcan un culo estupendo. Pero cuando te los estas poniendo, te das cuentas que antes necesitabas cinturón y ahora hay riesgo de que el botón estalle y salga disparado al espacio. Y es ahí, en ese preciso instante, cuando te miras en el espejo y piensas: ¿Quién es ese y por qué no tiene cintura?
Así que te entra la indecisión, los nervios. ¿Qué hago? ¿Me apunto al gym? ¿Me controlo? ¿Me pongo a dieta? JODER, ¿y si tengo que dejar el alcohol? Durante dos o tres días intentas llevar una dieta sana, marcarte una rutina. Pero llega el fin de semana y...
¡A la mierda con todo, a seguir bebiendo, que ya lo bajaré a la vuelta! Sacas el jamón, el chorizo y el salchichón; llamas a los internacionales, montas el fiestote del embutido y allí llueven hostias.
Vuelta a la realidad
Los días pasan y llega la hora de hacer las maletas. Dramón. No hay nada más duro que despedirte de la vida padre que te has pegado los últimos meses. Adiós a tu independencia, a esa colección de botellas acabadas de tu estantería, a vivir entre polvo y mierda, a no tener horarios y a deshacer la cama en septiembre y volver a hacerla en junio.
Llegados a este punto solo hay dos opciones: volver en verano y calzarte un burkini, o volver para navidad y empalmar poniéndote ciego en las fiestas. Que ya tendrás tiempo de sufrir la depresión post-Erasmus en enero.