No, no nos hemos vuelto locos. Esto que os vamos a contar sería carne de película basada en hechos reales. Para los que no conozcan la historia, agarraos, porque en ella vamos a ver un razonamiento hipotético-deductivo bastante complejo.
Nos trasladamos a la Gran Bretaña de la segunda mitad del siglo XIX. Época victoriana, es decir, vestirse raro y ponerse pelucas en público molaba, pero decir una palabra malsonante era estar muy loco. Mucho. Y ya no te digo lo mal visto que estaba practicar la sodomía. Porque la sociedad victoriana era puritana a más no poder, y esa era una de las bases en las que se apoyaba su imperio.
Aquí llega la primera idea relevante: los ingleses tenían miedo de que la homosexualidad fuese la causa del fin de su gloriosa época. Así que, como os podéis imaginar, si pillaban a dos hombres "fornicando cual salvaje sin moral" o algo parecido dirían ellos los trataban como criminales. Véase el caso Oscar Wilde, que un día compartió su felicidad con Lord Alfred Douglas y al siguiente estaba condenado a dos años de trabajos forzados.
Y el puritanismo no se quedaba ahí. Masturbarse también estaba mal. Pero lo más interesante es el porqué: se consideraba que el que lo hacía tenía todos los números de acabar tocando a otros. Es decir, que creían que masturbarse era el paso previo de ser homosexual.
Resumiendo el panorama: hacerse pajas llevaba a ser gay, en una sociedad que pensaba que la homosexualidad podía ser el principio del fin de su poder. Vamos, que los jóvenes estaban bien jodidos. Que en aquella época la regla de las tres al día aún no se habría inventado, pero imaginamos que sus necesidades tendrían los chavales...
En este punto de la historia entran en escena la Uppingham School y su director, el reverendo Edward Thring. Este buen hombre fue una de las personas más influyentes a la hora de crear el modelo educacional de la época, que se caracterizaba por su poca flexibilidad. En su escuela, sin ir más lejos, al que pillaban dándole al manubrio lo expulsaban automáticamente porque contravenía las normas de pureza del centro. Y claro, Thring debía tener miedo de que a la semana hubiesen tenido que expulsar a todos los chicos, por lo que se puso a buscar una solución. Y la encontró en el deporte.
Probablemente, los pobres alumnos de la Uppingham School se pasasen varias horas dándole vueltas al patio interior con el fin de que, cuando acabase el día, estuviesen tan cansados que no pudiesen pensar en otra cosa que en dormir. Pero hacer deporte por hacer es aburrido, y dio la casualidad de que el reverendo tenía un hermano que estaba muy metido en la expansión del fútbol aunque por aquel entonces era bien diferente al que conocemos hoy en día.
De hecho, John Charles Thring formó parte en 1848 del grupo de hombres que redactaron las Reglas de Cambridge, conjunto de normas que servirían como base para las creadas en 1963 por la Football Association y que se consideran la base del reglamento del fútbol moderno. Por tanto, la operación es la siguiente:
Masturbarse lleva a ser gay + la homosexualidad acabará con nosotros + el deporte evita que los jóvenes se toquen + mi hermano sabe de fútbol = todos a jugar a fútbol.
Así fue como un deporte que apenas era conocido se convirtió en práctica obligatoria en la Uppingham School. Y, como ya hemos dicho antes, Edward Thring tuvo un papel relevante en la creación del modelo de enseñanza, así que no es de extrañar que su idea se expandiese, llevando el fútbol a la mayoría de centros educativos del reino.
Y esta es la historia de cómo el miedo a la homosexualidad contribuyó a la expansión del que hoy en día es el deporte más practicado del mundo.
Vía: Vice