Las pelis de vaqueros se inventaron para que aceptases uno de los mayores genocidios de la historia

Muchas de estas películas sirven para comerte la cabeza y extender la idea de que los buenos de la historia eran los yanquis

El oeste de los Estados Unidos. Un terreno inhóspito, salvaje y peligroso. Un grupo de cowboys pelea contra bandidos y tribus de agresivos indígenas para mantener la paz y el orden en sus pueblos y ciudades. Héroes blancos luchando contra un pueblo indígena subdesarrollado que se niega a aceptar la modernidad, la democracia y la ley encarnada en el arquetipo del WASP White Anglo-Saxon & Protestant. Este es el argumento clásico del wéstern, el género cinematográfico por excelencia de Hollywood y el que ha cincelado el sentimiento patriótico de los norteamericanos del último siglo. Eso sí, cualquier parecido con la realidad histórica es pura coincidencia.

Donde no había nada en realidad sí había

Las películas del wéstern muestran un Oeste muy específico. En él, los indígenas americanos viven en tribus aisladas en una clara desventaja económica y social. Se les ve como enemigos de la civilización y la modernidad, seres primitivos sin tecnología, industria o instituciones que entorpecían el esfuerzo colono de prosperar. Aunque con el tiempo el wéstern empezó a dibujar personajes indígenas más complejos e interesantes y colonos con personalidades más grises que rehuían del tópico del ‘héroe blanco’, el objetivo de las películas siempre era el mismo: legitimar la conquista estadounidense de las tierras indígenas. 

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“Según el mito fundacional de Estados Unidos, los colonizadores adquirieron una gran extensión habitada por grupos dispersos de pueblos ignorantes que casi no le daban ningún uso”, explica Roxanne Dunbar-Ortiz, en su libro La historia indígena. Esta es la imagen que reproducen los wésterns. Sin embargo, no era así. “Los registros históricos dejan claro que los europeos desplazaron con violencia a una extensa red de pequeñas y grandes naciones cuyos gobiernos, comercio, artes y ciencias, agricultura, tecnologías, teologías, filosofías e instituciones tenían un intrincado y sofisticado desarrollo”.

Además, según la autora, los europeos pudieron sobrevivir en este entorno tan diferente del que estaban acostumbrados en su tierra natal gracias a la infraestructura indígena, de la cual se aprovecharon para prosperar y conseguir materias primeras. El historiador Francis Jennings lo dice claramente: "Europa en el siglo XVI y XVII no tenía la tecnología como para levantar colonias y sociedades a kilómetros de océano de distancia. No fueron capaces de conquistar la naturaleza salvaje, pero sí de conquistar los recursos y de otros pueblos". 

España ya había llegado a Estados Unidos

Otra evidencia que demuestra que no era una tierra salvaje e inhabitada, como nos han hecho creer, tiene mucho que ver con nuestro país. Pensemos en el Imperio Español. En su máximo apogeo llegó hasta Tejas, Nuevo México, California, Luisiana, Colorado y Florida ¿de dónde, si no, salen estos nombres españoles?. Es obvio que, si crearon provincias imperiales ahí, debieron tener, como mínimo, ciudades y carreteras a través de las cuales abastecerse y combatir los pueblos indígenas. Los españoles estaban asentados en el 'far west', el escenario del wéstern, y ya habían convivido con los indígenas. 

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“Más de un tercio de lo que hoy es Estados Unidos fue en algún momento de su historia parte del Imperio Español. Estados Unidos ocupó en 1848 el 52% del territorio mexicano”, explica la periodista María Elvira Roca Barea en un artículo de El País. Por lo tanto, “la típica escena wéstern de blancos topándose con tribus salvajes que nunca han tenido contacto con los europeos es rotundamente falsa”. El mundo que había en el Oeste norteamericano era de influencia hispana y había unas tribus indígenas asentadas que tenían tratados y relaciones con el Imperio Español.

Los españoles unos genocidas. ¿Y los ingleses?

Que España actuó con violencia, sangre y conquista cuando llegó a América lo sabemos todos. El 12 de octubre, más allá de banderas españolas, las calles también se suelen llenar de manifestantes contrarios al saqueo de América, especialmente en los países latinoamericanos, los que sufrieron el espolio y genocidio. Creen que es un día en el que no se debe celebrar nada, más bien condenar hechos históricos por los que ningún responsable ni heredero político se ha disculpado todavía.

En Estados Unidos también se han sumado a esta corriente y han derruido muchas estatuas de Colón y otros españoles como el fray Junípero Serra en simpatía con los indígenas. Sin embargo, enfocan su ira hacia quien no corresponde. Muchas de estas acciones se dan motivadas por el White’s guilt -la culpa blanca-, es decir, aquello que impulsa a muchos blancos a actuar bien y ser buenas personas porque se sienten mal por las atrocidades que cometieron sus ancestros. Pero como Roca Barea señala, los verdaderos causantes del genocidio indígena en Estados Unidos no son ni Colón ni los españoles. Eso forma parte de la leyenda negra. “Los grandes hombres cuya memoria se venera y se enseña a respetar en las escuelas son los verdaderos culpables”, sentencia.

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Roca Barea expone caso para ejemplificarlo. El coronel John Frémont, que pone nombre a calles, plazas y escuelas públicas en California, dijo ante el Senado de Estados Unidos: “La ley española, de manera clara y absoluta, aseguraba a los indios sedentarios derechos de propiedad sobre la tierra que ocupaban. Esto está más allá de lo que este Gobierno puede permitir en sus relaciones con nuestras tribus domésticas”. Es decir, quería quitarles a los indígenas los pocos derechos que los españoles les permitieron.

‘Pieles rojas’, por el color de la sangre

El de Frémont no es un episodio aislado, hay muchas más historias así. “Los funcionarios de Massachusetts habían ofrecido recompensas por los cueros cabelludos de indígenas. Esta caza pasó a ser una práctica comercial muy lucrativa. Las autoridades de las colonias habían dado con un método para alentar a los colones a recolectar cueros cabelludos al azar a cambio de dinero”, explica Dunbar-Ortiz. Al final, para conseguir dinero, mataban a quien fuera: hombres, mujeres, niños, ancianos. Lo importante era arrancarles el cuero cabelludo, dejar un cadáver mutilado y embolsarle la recompensa. Así surge el concepto ‘pieles rojas’ que tan interiorizado tenemos. Por el nombre que los colonos dieron a la piel roja manchada de sangre que encontraban en los cueros cabelludos de los indígenas mutilados.

Para reflexionar sobre lo interiorizada que tenemos la matanza indígena de EE. UU: el concepto de pieles rojas, tan sangriento, lo podemos ver en referentes culturales que van desde nombres de equipos de fútbol americano hasta Disney en Peter Pan aparecen indios cuya piel está pintada de rojo. La cultura popular legitima el genocidio, con el wéstern como género principal.

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La cultura popular es necesaria para olvidar el genocidio

Al final, esta cultura audiovisual y de masas lo que permite es que todos los estadounidenses —y, por extensión, el mundo— se traguen su visión de la historia. Con estas películas pueden hacer creer que los Estados Unidos se enfrentaron a una población hostil en un territorio vacío y salvaje o que lo que fue una guerra de invasión, ensañamiento y robo de tierras fue simplemente una batalla entre bandos.

También pueden popularizar la leyenda negra de que los españoles fueron los únicos perpetuadores del genocidio, y así librarse de la culpa blanca. Si asocian los crímenes al catolicismo, tapan los crímenes que los anglicanos cometieron en la costa este de EE. UU. Si a eso le añades la imagen del peregrino anglicano compartiendo mesa con el indígena en acción de gracias, se crea la imagen de una conquista colonial mucho más soft, como si los ingleses fueran compasivos y no conquistadores. No obstante, hay muchas tribus de la frontera que se fueron a México huyendo de los colonos ingleses porque consideraban el régimen español más permisivo.

En definitiva, que no te la cuelen. Los wésterns no muestran la realidad. El Salvaje Oeste no era tiroteos masivos y tribus hostiles atacando a blancos porque sí. Era conquista. Era robo de tierras. Era genocidio. Era matar para poseer sus recursos. Pero eso no se explica. Y es que así lo advierte el dicho: la historia la escriben los vencedores y más aún si tienes todo el dinero de Hollywood a tu servicio.