El sol ilumina la playa cuando un joven Albert Einstein se le acerca y le dice “es usted la más inteligente de las mujeres”. Marie Curie no se corta: “y de los hombres”, añade. Entre el negro omnipresente de tanto científico en traje, resplandece como el fuego el pelo rojo de la ganadora del Nobel. Una llamarada de pasión y valentía que la directora alemana Marie Noëlle retrata en su última película, Marie Curie.
La cinta, estrenada hace unos días, narra la atropellada vida de la célebre científica, pero es especialmente interesante por cómo se proyecta en nuestro presente: lejos de verse como un cuadro de museo, Marie Curie supone un puñetazo en la mesa. Un grito al viento contra el machismo.
Marie Curie contra los científicos
Antes de seguir, un poco de contexto. Marie nació en 1867 y ganó su primer premio Nobel con 36 años, junto a su marido —Pierre Curie— y a Henri Becquerel, por “sus investigaciones conjuntas sobre los fenómenos de radiación descubiertos por Henri Becquerel”. Es importante lo de “su primer premio Nobel”, por lo que el determinante numeral indica: que, efectivamente, hubo un segundo.
Si el de 1903 se lo otorgaron desde el campo de la Física, en el segundo caso —ocho años más tarde— fue el Nobel de Química, por el descubrimiento de dos elementos, el radio y el polonio. En el lapso de tiempo entre uno y otro, la vida de Marie dio un vuelco: su marido murió tras ser atropellado por un carro de caballos en las calles de París y ella comenzó a mirar con otros ojos a Paul Langevin, un antiguo alumno de Pierre.
Para cuando el comité de académicos suecos consideró que ella merecía volver a ser galardonada con el premio, su relación con Langevin ya era un secreto a voces. Secreto que dejó de serlo cuando, días antes de la ceremonia de entrega, la mujer de su amante desató el escándalo en todos los periódicos: apareció una marabunta de artículos que dejaban a Marie como poco menos que una desvergonzada prostituta.
Aquí es donde el carácter de Marie, ese que brotaba a borbotones en la anécdota que abre este artículo, vuelve a brillar. Los suecos le piden que rechace el premio para calmar los ánimos, y ella no solo hace oídos sordos. “Eso me lo están pidiendo porque soy mujer” —le suelta Marie al enviado del Nobel—, “si tuvieran que retirar el premio a todos los científicos que han tenido una aventura, no quedaría ninguno a quien homenajear”.
Feminismo en la academia
Puedes considerar lo anterior un spoiler, si quieres, pero no es nada que no aparezca en Wikipedia. El mérito de la película no está solo en poner imágenes a una vida apasionante, sino en sacar los colores a la hipocresía. La vida de una mujer excepcional ninguneada por sus colegas masculinos pone al descubierto la doble vara de medir aún presente hoy en demasiados colectivos.
El mismo Nobel, sin ir más lejos —ese premio que Marie Curie ha sido la única mujer en ganar dos veces—, dista de ser equitativo. Según explica la propia página web de los premios, a lo largo de sus 115 años de historia apenas 49 mujeres han sido galardonadas, frente a 833 hombres.
Por ello, con el objetivo de subvertir una visión masculina de la Historia, la directora de Marie Curie filma recreándose en el cuerpo desnudo de su protagonista. La cámara recorre su geografía con el objetivo de desmontar el mito de que la científica era una mujer fría y seca. “Al fin y al cabo, los biógrafos y los fotógrafos eran hombres”, comenta en una entrevista la realizadora alemana.
Cine histórico feminista, en definitiva, erguido para corregir injusticias históricas. Como interpela un miembro de la comunidad científica francesa a otro durante la película: “¿cómo podréis explicar en el futuro que estuvimos tan ciegos?”. Esa misma pregunta envuelve las lanzas con las que Noëlle interroga a cada espectador: no es poca cosa.