Sombra aquí, sombra allá maquíllate, maquíllate. Eso, maquillaje a punta pala para tapar la cara de higo pocho que heredaste de tu madre. Hoy vas a pillar, o eso pretendes. Chapa y pintura, outfit de la nueva temporada de Amancio Ortega y 'underfit' del caro, del que lavas a mano con jabón Chimbo.
Hoy pillas, aunque sea un resfriado
Estás matadora, hoy te llevas las dos orejas y el rabo sí o sí. Eres como una compresa en tacones: fina y segura.
Et voilá! Cupido te hizo un match. Moreno. Ojazos. No le falta ningún diente. Hasta su camisa combina con tu bolso. El chico lo tiene todo de serie, inteligencia incluida. “Has triunfado nena”, te susurra un diablillo acomodado en tu hombro.
Pasas una noche inolvidable tumbada en el espigón de la playa y, pese a que tus bragas de 33€ flotan cual boya dejando viudo a tu sujetador a ti te da igual. Es el hombre de tu vida y ese polvazo lo merecía.
La noche llega a su fin pero la historia no acaba aquí. Hay feeling, hay flow y hay una segunda, tercera, cuarta... y vigésimo novena cita. La cosa ha fluido tanto que tu vagina ya huele a rueda quemada.
Y de repente ¡Boom! Sois pareja. La princesa encontró a su príncipe azul y por fin los pantones coinciden. Pero la cosa empieza a cambiar. La sangre azul de la princesa empieza a entrar en efervescencia y la frase mágica “somos pareja” hace que la dulce niña digievolucione a cerda vietmina pero sin el vietnamita.
Se abrió la veda
Hay confianza y esto va a empezar a dar mucho asco. Todo empezará con un inofensivo eructo post-refresco. “¡Uy! He pisado un sapo”, te excusas.
Él nunca habría imaginado que ese sonido de ultratumba sería el despertar de la bestia, el gremlin mojado, el nacimiento de la camionera.
Ahora todo te la pela. Te peas en su cara, meas con la puerta abierta y la depilación la guardas en el cajón del olvido junto con la compostura y protocolo princesil. Los temas de conversación dejan de versar sobre viajes, aficiones y lifestyle para dejar paso a lo verdaderamente profundo del ser humano: “¿Qué tal en el trabajo cariño?”, se convirtió en “He cagado una jota Comic Sans mayúscula. ¡Mira, mira!”
Sí, se perdió la magia. La princesa que un día perdió su zapato ahora viste camiseta de propaganda, se rasca el coño con más ritmo que el bajista de ACDC y tiene el don de eructarte el abecedario uve doble incluida. Y siento decepcionarte amigo, pero lejos de lo que muestra la utopía cinematográfica, esta es la cruda realidad.
Así que ya sabes, no creas en los cuentos de hadas y pon una camionera en tu vida.