Por Qué Tu Pachanguita Del Sábado Es Más Fútbol Que Eso Que Se Juega En Los Estadios

¿Odio eterno al fútbol moderno? Tu partido en la playa tiene más que ver con el fútbol que se jugaba cuando se creó, que el de ahora con Messi y Ronaldo

Dependiendo de la zona de habla hispana en la que estés, podrás montar una pachanguita, jugar un picado o echar una cascarita en la calzada. Parece mentira, pero estamos hablando de lo mismo: juntarte con unos cuantos amigos para jugar un partido de fútbol callejero. Y, seguramente, no lo sepas, pero las reglas a tener en cuenta -bien pocas-, tienen más que ver con las originales de hace 150 años que con las que han regulado el último partido de La Liga.

Y aunque no lo parezca, el secreto de la popularidad del fútbol a lo largo del mundo tiene algo que ver con ese espíritu de la calle: es sencillo, accesible y muy fácil de practicar. Para dar rienda suelta a la pasión, basta con hacer rodar una esfera -sea balón, naranja o bola de trapo-, sin más pretensión que hacerla atravesar una línea demarcada entre dos puntos.

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Todo empezó sin largueros

¿Cuántas veces has gritado ‘alta’ cuando, tras saltar como portero ante un disparo del contrario, tu mano se ha quedado lejos de tocar el balón? Pues más o menos así lo resolverían los pioneros ingleses antes de que, en primer lugar, introdujeran una cinta entre ambos palos y, solo años después, crearan el larguero. Sí, te echamos la cuenta, entre las primeras reglas publicadas en 1863 y la estandarización del larguero, pasaron veinte años. Toda una época de goles fantasma, menos mal que no existía Twitter.

La red de las porterías sería otra de esas creaciones posteriores que no aparecía en las reglas originales. Invención de un ingeniero inglés, la primera final con ellas fue en 1892. La prensa -periodistas ya había, qué remedio- lo elogió de inmediato.

La tele fue la responsable

Ahora que es tan popular el #odioeternoalfútbolmoderno, también es momento de conocer algo sobre la evolución de uno de los elementos típicos del deporte rey: las camisetas, ese icono de la mercantilización que denuncia el hashtag.

Actualmente, estamos acostumbrados a estrenar, cada año, una camiseta nueva con el dorsal y el nombre de cada jugador. Pero esto no fue siempre así: la idea de identificar a cada futbolista con un número, en función de la posición que ocupara sobre el terreno de juego, fue algo que se le ocurrió, a finales de los años veinte, a un entrenador del Arsenal. No, Arsène Wenger no es tan viejo, fue el mítico Herbert Chapman. Sin embargo, la idea no prosperó hasta que no llegó el primer partido de fútbol transmitido por la BBC, allá por 1937, desde la tele presionaron para imponer la medida, pues los telespectadores necesitaban una guía para reconocer a esos muñecos en blanco y negro que veían a través de la pantalla.

Y, aunque parezca mentira, el asunto de los nombres es mucho más reciente; concretamente, de los años noventa, cuando fue estrenado por los equipos que participaban en la Copa de Europa. Vamos, que cuando juegas con la primera camiseta que pillas, en realidad lo haces a la manera clásica.

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El fútbol se ha ido sofisticando a través de los años y la experiencia. Un buen ejemplo de ello son las sustituciones. cuando se permitieron por primera vez, en la temporada 1965/66, el cambio solo era posible para quien se lesionara en el campo. Puedes imaginar qué empezó a ocurrir: sí, pronto comprobaron que los jugadores fingían, así que decidieron dar luz verde a las sustituciones técnicas.

Para muchos, esta evolución ha ido demasiado lejos. Cuando, por ejemplo, se habla de introducir ayuda tecnológica para los árbitros, siempre hay voces que discuten la medida con el argumento de que se va a perder la esencia del fútbol. Pero, reconozcámoslo, la esencia del fútbol -si eso existe-, vive en esos encuentros callejeros que tú juegas en el barrio. Ese fútbol sin tarjetas rojas, sin banderín de córner ni árbitro con silbato, tal y como fue en su origen. También, por cierto, como Messi y Ronaldo comenzaron a practicarlo.