Tiene más vidas que un gato y se las ha jugado todas con sus provocaciones. Propuestas escalofriantes que nos hacen reflexionar sobre lo más chusco de la sociedad en que vivimos. El autor se llama Omar Jerez, performer granadino que denuncia la violación de los derechos humanos sin miedo a nada. Ni a nadie. A corazón abierto. “Mi madre me ama como hijo, pero me odia como artista; mis amigos, por unanimidad, me apoyan; y la gente viene a decirte básicamente que estás loco o que eres valiente dando visibilidad a lo invisible”, confiesa el artista a Código Nuevo.

A sus treinta y tantos, lleva una década reivindicando la performance como arma cargada de futuro. Un futuro siempre en riesgo. Al límite. Una crítica brutal y peligrosa. Por más que uno le diga que pare y que tenga cuidado… Omar Jerez no recula. ¿Os atreveríais a meteros con la Camorra italiana, el terrorismo de ETA o el movimiento neonazi? Omar sí. Incluso vendió un vídeo por 47.000 euros donde, absténganse de seguir los más remilgados, Mickey Mouse practica sexo con una mujer con burka. Un ataque frontal -en este caso, más bien trasero- al imperialismo. “Es mi obligación creativa sobornar a los Estados Unidos de América y ponerlo en evidencia cuando una y otra vez su actividad burocrática desestabiliza el mapa geopolítico”, concluye sin despeinarse.

Sí. Te parecerá un zumbado. Pero no. Omar Jerez es un artista con vocación suicida y la cabeza bien amueblada. “Si todo el mundo te dice que estás equivocado, es cuando debes ejecutar la acción. Esa es la obra maestra”, sentencia. Uno no deja de hacerse preguntas: ¿cómo, cuándo y dónde se le ocurre pisar estos fangos? “Con 20 años frecuentaba como elemento sociológico numerosas sectas. Viviendo en Siria conocí a miembros de Al Qaeda, en Japón cené con un jefe yakuza que tenía 300 soldados que mataban por él y a los 29 años apareció de golpe el arte contemporáneo”, comenta, como si fuera lo más normal del mundo. Una performance pretende “mostrar las deficiencias que tenemos en nuestra especie” porque el arte puede “mover cimientos y generar un debate planetario. Como el libro Gomorra de Roberto Saviano”, remata.
“¡Qué suerte seguir vivo!”
Está muy bien la teoría. Pero es que, además, la ejecuta. Si piensas en lo que ha hecho Omar Jerez, la idea del miedo se queda corta. “El miedo lo siento en diferido, una vez que han pasado seis meses y me digo: ‘¿Has estado en Ciudad Juárez tocándole los cojones al personal?’. En ese instante me echo las manos a la cabeza y digo: ‘¡Joder, qué suerte seguir vivo!”. Reconozcamos que no todos haríamos nada así. Mejor dicho: casi nadie. Solo lo acompaña Julia Martínez, su alma gemela de algunas performances salvajes. Cuesta abajo y sin frenos. Incluso se tomaron un café en el Estado Islámico. Por hacer tiempo, suponemos. Omar Jerez habla sin pausa y siempre tiene en mente algún nuevo proyecto para, parafraseando al artista, seguir “tocando los cojones al personal”. ¿Quién dijo miedo?
ETA, neonazis, Camorra: ¿quién da más?

¿No teme por su vida Omar? “Siempre he dicho que soy más peligroso que lo que critico porque me muevo al borde de la legalidad y con ideas, frente a sus armas”. Tras sus performances sobre ETA, en la que se estuvo paseando por las calles de San Sebastián como si saliera de un atentado y cargando a una víctima, entró en colapso emocional: “Perdí ocho kilos, me hackearon Facebook y Twitter y me refugié con mi familia porque estaba en la zozobra”. Pero luego va y, como es judío -su madre lo es y su padre es palestino-, se encierra con neonazis en Berlín: “Pensé que era mi última acción. No me mataron porque entraron en paranoia colectiva pensando que había gente muy gorda detrás de mí”.

Más adelante, la lía parda en Nápoles, con la Camorra italiana, la mafia más peligrosa: “Creamos un periódico ficticio, Il Corriere della Camorra, dando apariencia estética como si lo editara la propia Mafia. El contenido eran unas entrevistas al capo fundador, a una madre con un hijo camorrista en la cárcel y a un neomelódico, que es la parte folclórica de la Camorra, los que cantan las virtudes de los clanes”. El periódico lo repartían Julia Martínez y él por las calles, como quienes te dan ejemplares a la entrada del metro. De los 6.000 que llevaban en recuerdo de los 6.000 asesinados por este grupo mafioso, sólo pudieron dar 2.500 porque las amenazas e intimidaciones fueron creciendo. Incluso se acercó “un chico recién salido de prisión con una pistola en el pantalón y nos dijo nuestros lugares de procedencia”. Salieron por patas, claro. Y, sí, siguieron documentándose para la siguiente locura.
Contra "la polución corrupta"
¿Os suena “El tren de la muerte” de México? Lo llaman “La Bestia” y pasa por Centroamérica y México hasta llegar a Estados Unidos. Los “migrantes se suben con el sueño poco realista y doloroso de alcanzar territorio gringo”, pero el camino es desolador: asesinatos, secuestros, deportaciones. “Muchos sufren amputaciones al tener que coger unos 16 trenes en marcha”. Total, que Omar lo registra todo, lo difunde, lo denuncia y cuando llega a España no sale de casa: “Me quedo en estado monacal. Es mi manera de oxigenarme de tanta polución corrupta”.

Y, no contento con esto, se plantea más performances por Rusia, Panamá, El Salvador, Estados Unidos o Corea del Norte. Pero hasta aquí podemos contar... Por su integridad física y por el arte. Para que siga mostrando la “polución corrupta” de este mundo. Y no, no le busquéis tres -o cinco- pies al gato: Omar Jerez es así.