Que el pasado 1 de enero saliera la goat en Insta diciendo aquello de este año saco disco fue bendición y castigo. Lo de bendición porque aplacó un poco nuestro mono. Lo de castigo porque el hype está siendo tan heavy que nos estamos volviendo todas locas tratando de adivinar por dónde van a ir los tiros. ¿Volverá al rollo posmoderno de ciberfuturismo y Y2K de Motomami o veremos una Rosalía absolutamente renovada con otro aura y otro sonido? Pues viendo cómo está siendo su carrera todo parece indicar que más bien lo segundo. Y no es solo nuestro deseo interno de ver otra versión aún más hot de la artista: hay pequeñas pistas que apuntan en esa dirección.
Minimalismo blanco
Rosalía es mucho más que una artista musical. Es alguien que crea obras transversales en las que el sonido, el discurso, la imagen y la moda se alinean para transmitir conceptos. Piensa en El Mal Querer y su estilo visual neomedieval y de barroco moderno. Piensa en Motomami y su swag sporty y anime. La artista reinventa todo su imaginerio visual siempre que explora nuevos caminos musicales. Y este R4, a falta de nombre oficial, probablemente no sea ninguna excepción. ¿Y qué podemos esperar de su nueva etapa? Bueno, todas sus apariciones públicas durante estos últimos tiempos parecen estar marcadas por un flow muy particular: el minimalismo blanco.
Sí, Rosalía se ha desprendido de los colores. Lo hizo en el Vanity Fair Oscar Party del pasado marzo con aquel diseño de Dilara Findikoglu tan espectacular pero sobrio. Lo hizo antes de la Met Gala de Nueva York de mayo con un diseño níveo formado por una larga falda blanca y una camiseta con un protect me from what i want. Y lo hizo en la propia gala con un diseño de Oliver Rousteing inspirado en la pureza de un maniquí. Son elementos que se repiten una y otra vez cada vez que se deja ver en público: el blanco, la sencillez elegante, la introspección, la trascendencia y una especie de calma visual. Como si se hubiese acercado a una nueva verdad a través de los silencios.
Silencios visuales, sí, pero también en la propia promoción del disco. Porque para Motomami tuvimos aquella cuenta, la de @holamotomami, en la que podíamos bichear el proceso creativo. Aquí de momento poca cosa: el “se vienen cositas” en la Met Gala, el “ehheh” con el que respondió a un seguidor que le pedía musiquita ya y un carrusel de imágenes en el que aparece un dibujo muy particular que, según algunxs fans, tiene mucho del rollo estético del músico Daniel Johnston, un artista obsesionado con la locura y con la religión. ¿Es esta una Rosalía más espiritual que abraza lo incomprensible de su propia mente y del universo? Porque nos renta muchísimo.
¿Y el sonido qué?
Del sonido no sabemos nada. No ha habido ni un adelanto. Ni siquiera una nota desde la que empezar a especular. Eso sí: hay quien ya dice que el corte estético sugiere una música con un pop electrónico más atmosférico y experimental. En plan una Rosalía explorando. Más etérea. Más mística. Además, se habla de que R4 podría incluir una colaboración con Ozuna, pero es todo pura especulación. Sea como sea, es obvio que Rosalía no graba diez canciones que le suenan bien y palante. Es una artista enamorada de lo redondo. De lo bien empaquetado. De lo que te sumerge en un universo desde todos los ángulos. El castigo continúa. El hype también. 100%.