La sed de conocimiento es algo inherente al ser humano. Cuando somos pequeños, nuestro espíritu intrépido consigue que aprendamos a base de hostias. Así nos damos cuenta de que no debemos tocar una olla hirviendo, meter los dedos en el enchufe o beber lejía. Aprendemos de nuestro entorno, cuyos kilómetros necesitamos ir ampliando a medida que nuestro cuerpo crece.
Sin embargo, y de manera inexplicable, al llegar a la madurez algunas personas deciden seguir incrementando su conocimiento sin que el viento ni el sol les dé en la cara. De este modo, se encierran en bibliotecas, laboratorios, estudios, despachos y demás habitáculos de cuatro paredes. Tan solo algunos sujetos conservan ese espíritu intrépido que poseían de críos y deciden convertirse en ciudadanos del mundo, con el fin de alimentarse cada nuevo día con diferentes culturas, construcciones, personas y costumbres.
Si has tenido la suerte de mantener vivas tus ganas de conocer mundo, no te puede ocurrir nada mejor que ser, además, un artista autodidacta. Rune Christensen, quien puede presumir de reunir ambas cualidades, ha pasado los últimos cuatro años viajando y absorbiendo todo lo posible de países como India, China, Nepal, Egipto, Malasia, Canadá, Ecuador, Perú o Bolivia. Y es justo a partir de esos lugares lejanos donde el artista encuentra la inspiración; en todos aquellos colores, olores, música y arquitectura que jamás hubiese conocido de haber permanecido siempre en su país de origen, Dinamarca.
En sus pinturas, Christensen trata de expresar los pensamientos y las emociones que surgen dentro de él al entrar en contacto con un nuevo país y su gente. Estos sentimientos inefables son capturados en lienzos a modo de retratos sin rostros, cuyas facciones son cubiertas con máscaras de mil colores y sus cuerpos adornados con intrincados tatuajes. Una tónica en la obra de este artista son los patrones de colores, obtenidos como fuente de inspiración de sus viajes, sobre todo por los países asiáticos, donde los trajes tradicionales, la decoración de los templos y un sinfín de coloridos utensilios procedentes de la artesanía tradicional han impactado y condicionado el estilo de Christensen.
Por todos y cada uno de los lugares por los que pasa, el artista toma fotografías, que unidas a las sensaciones que vive, usa como referencia para su trabajo. Construye así, con pintura acrílica y bolígrafos Posca, una amalgama de recuerdos y experiencias que se manifiestan frecuentemente en cuerpos femeninos sin rostros y adoptando, en ocasiones, posturas tan enredadas como los dibujos que cubren su piel.
Crédito de las imágenes: Rune Christensen