Por qué La Monja no es tan aterradora como la pintaban

El hype generado por la censura que Youtube realizó del anuncio de La Monja por "herir sensibilidades" ha resultado ser desproporcionado

Probablemente la conociérais ya de la última película de Expediente Warren. Una monja así como demacrada que disfrutaba acojonando a la buena de Lorraine Warren. Algunos sufrimos un amago de paro cardíaco al contemplarla y los productores de la Warner decidieron hacerle una película para terminar de destrozar nuestros nervios. La Monja la llamaron. Básicamente cuenta cómo se dedicaba a deambular tétricamente durante los años cincuenta por una abadía de la Rumania gótica. Y no, no seré yo quien os engañe diciéndoos que su demoníaca jeta o sus espectrales fechorías son pura dulzura. Pero un poco sí que nos la han colado.

Aunque la culpa no es nuestra, sino del publicista que consideró divertido poner en Youtube un anuncio donde la maldita monja aparecía repentinamente y pegando gritos al más puro estilo terror del internet prehistórico. Tanto pánico generaron aquellos segundillos que la plataforma tuvo que censurarlos para impedir que siguieran jodiendo nuestros corazoncitos. Aunque, visto lo visto, probablemente aquel teaser haya terminado haciendo más daño a la película que a cualquier de nosotros: elevó el hype por encima de sus posibilidades. Porque, a diferencia de otros fenómenos parecidos como Hereditary, la historia de La Monja carece de trascendencia.

Primera parte: bombardeo de sustos

Solo existe una criatura más espantosa que un espíritu maligno disfrazado de monja: un spoileador. Pero permitidme, al menos, que os explique que, cuando comienza el relato de la película, ese misterioso ser tan espeluznante ya llevaba siglos habitando el convento donde van a parar ese cura del Vaticano y esa joven novicia británica que protagonizan la historia. Sus ganas acumuladas por joder al personal son tremendas. Y claro que sí, hay unos cuantos sustos que harán que rebotéis del asiento. Una sombra aquí. Unos ruiditos allá. Una aparición sorpresa por la espalda. Lo normativo en este tipo de películas, pero nada genuinamente especial.

Además, sobresaltar seis o siete veces al espectador no es suficiente. Un ‘risitanerviosómetro’ o un ‘gritómetro’ en las salas probablemente indicarían niveles bastante aceptables. La tensión funciona. Pero el propósito de cualquier historia de terror, incluida esta, es penetrar en nuestras mentes para que el miedo permanezca ahí como una sombra silenciosa, para que carguemos la angustia hasta nuestra casa cuando terminan los créditos. Eso es lo que diferencia a una buena película de terror de una intrascendente colección de sustos. Y, por desgracia, las lagunas del guión de Gary Dauberman han reducido La Monja a lo segundo.

Segunda parte: demonios superficiales

Lo bueno de los géneros, en este caso el terror paranormal, es que permiten reciclar lugares comunes para desarrollar relatos nuevos. Cruces invertidas, presencias pasillescas y un sinfín de códigos predeterminados sirven como ancla para crear nuevos mitos. Sin embargo, y en contraste con otras películas del género como La semilla del diablo, El exorcismo o Hereditary, la historia de esta supuestamente terrorífica monja deja bastante que desear en cuanto a transfondo. Se queda en los lugares comunes. Hasta el punto de que acabas la película sin comprender que querían enseñarte realmente, salvo que es una monja muy muy mala. Pero eso ya lo sabíais, ¿no?

Sin profundizar demasiado en la mitología del bebé demonio Valak, la verdadera identidad de la criatura, ni tampoco en sus intenciones más allá del puro mal gratuito, la historia de esta secuela acaba convertida en otro anecdótico episodio de exorcismos y aguas benditas. Conforme avanza el metraje vas experimentando menos miedo. La creciente aparición de la monja va restando sorpresa al personaje y evidencia que, sin un buen relato que nos permita conectar emocionalmente, cualquier terror se deshincha. Al final solo ves un demonio más, no el emblemático ente que anticipaba tanto marketing. Y tampoco acabas demasiado preocupado por si finalmente termina destripando o no al resto de personajes.

Quizá la única manera de que la historia, más allá de los ¡buh!, deje alguna pequeña huella en tu psique pasa porque seas tan creyente de lo sobrenatural como un campesino del siglo XI. En ese caso, y sumado a eso que dicen los guionistas de que la historia está basada en hechos reales, una licencia poco rigurosa, podrías tener con La Monja algún que otro mal sueño. De lo contrario, la promesa de una inolvidable pesadilla quedará en nada. Un "sustos para ahora, olvido para después". La publicidad ha disparado sus recaudaciones en taquilla en nuestro país. Pero que no te la cuelen, baja tu hype. Que si no te espera una muy probable decepción.