La Locura De Ser Una Mente Inquieta Las 24 Horas Del Día

¿Verdaderamente, no dejar nuestra mente pensante ni un segundo, nos alivia? La oxigenación es necesaria, pero la mayoría de veces la ocupamos pero porque queremos.

Vamos tan obcecados con nuestro día a día el trabajo, los cursos paralelos, las clases de salsa, las clases de un tercer, cuarto o quinto idioma, los talleres culturales, los voluntariados... que las cervezas en el 100 Montaditos que todos nuestros amigos bajo ningún concepto quieren que nos perdamos pasan a ser recibidas como agua bendita, o bien como sinónimo de un gruñido que calificarán de “rancio” tal que “me estás robando horas de sueño”. ¿Es tan difícil desconectar? Verdaderamente, ¿no dejar nuestra mente pensante ni un segundo nos alivia? La oxigenación es necesaria, pero la mayoría de veces la ocupamos.

No me refiero solamente a pensar en todo aquello que tenemos que hacer, ni a las listas mentales, ni al agobio de empezar a organizar cumpleaños, fiestas o vacaciones. Estoy haciendo referencia también a todos aquellos bucles de negatividad que nos preocupan y que generan la discordia entre el bien y el mal; a la toma de decisiones sobre cómo proceder fuera de nuestra zona de confort y a los sentimientos, cambiantes por sí solos, disparatados y contradictorios: protagonistas de unos monólogos interiores con uno mismo que son para flipar.

“Por el mundo camino entre los rostros buscando el tuyo, entre sombras que no hace tu cuerpo, entre besos que no ofreces, bajo nubes que no te acompañan; y cuando abro los ojos al despertarme es como si me hubiese caído de la Tierra”. Carilda Oliver Labra

Cuántas veces habré soñado con que exista un aparato electrónico capaz de registrar todo aquello que pensamos y archivarlo. Sería tan fácil transcribirlo después… ¡Los artículos me saldrían solos! Cuántas veces me habré dicho en una de las fases nonstop:¿Te quieres callar de una vez?”.

"No sé, o sé mucho. Estoy sola, o soy dos. Callo y escucho. Hablo y escucho. Dice sí, digo no. Tiene luz, yo oscuridad. Abro el corazón, entra el alma".

Resulta agotador. Vamos acelerados, hambrientos de ocupaciones, de responsabilidades, de aprendizaje, de relaciones sociales sin fin. Ya solo de escribirlo o leerlo estresa. Sin embargo, nos sentimos como si nuestros miles de pensamientos se estuvieran batiendo en duelo con el semidiós de la oposición: EL VACÍO.

El sistema nervioso y el cerebro que forma parte de él son estructuras muy complejas. Miles de células nerviosas son las que responden a diferentes estímulos. Y qué digo diferentes, un bombardeo de información hasta decir basta si se trata de una mente pensante que incluso soñando sigue funcionando. ¿Cómo algo que solo representa un 2% de nuestro peso corporal puede funcionar a tal velocidad, a veces intencionadamente y de forma voluntaria y otras sin poder evitarlo, sin embudo, y utilizar el 20% de la energía que producimos?

"A veces pienso. Esas sombras que cobran vida cuando hay luz. Qué debe pasar cuando esa sombra se posa sobre los objetos, superficies, naturaleza y se les quita esa luz. Los átomos de esos materiales cómo deben reaccionar ante esa ausencia".

No podemos olvidar que el cerebro es el órgano que hace posible el funcionamiento de todo nuestro cuerpo y que hay que cuidarlo igual o más que el resto. El cuerpo podrá culturizarse y endurecerse, pero si no tienes un cerebro sano, en paz y con las ideas organizadas, aunque sea con post-its imaginarios, lo más probable es que acabe repercutiendo en el resto de tu salud.

“Mens sāna in corpore sānō”.

 

Crédito de la imagen: Núria Bolívar

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