El libro maldito que ha provocado quemas, muertes y la persecución de su autor

Un título inquietante, muertes en torno a las personas que tienen relación con el libro, islamismo radical... no es una historia de Dan Brown. Esta es real.

Uno de las novelas más polémicas de la historia es, al mismo tiempo, una de las menos leídas y lo que le supuso la condena de muerte a su autor, Salman Rushdie. En Los versos satánicos - publicada por primera vez en 1988- se habla de gentrificación, de inmigración, de las apariencias, y de la barrera cultural que separa mundos historicamente ligados como el indio y el musulmán, o el de cualquier extranjero creyente que viaja a otro país. Una reflexión y una crítica sobre el lugar del hombre en la tierra a través de la religión. Algo que se consideró una amenaza y una blasfemia para el islam.

Por qué

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Pero Gibreel tiene visiones, mensajes de Alá. La primera, mientras cae en picado desde el avión a la costa británica. Pero después llegan muchas más que le revelan sentidos ocultos e interpretaciones del Corán y de Mahoma. Al mismo tiempo, a Saladin le empiezan a crecer cuernos de diablo. La religión representa la dualidad de estos dos personajes envueltos en fantasía, en un Londres lleno de contrastes y prejuicios. Una idea que, junto con la interpretación que hace el libro sobre el profeta Mahoma, no le gustó en absoluto al gobierno iraní, en aquel momento controlado por el Ayatolá Jomeini, el líder político-espiritual de la Revolución Islámica de 1979.

El libro de Rushdie es una amenaza para el islam más radical y ataca directamente a normas como la reclusión de las mujeres o la prohibición de consumir carne de cerdo. A través de su prosa, el autor hace una interpretación del islam, desnudando y evidenciando el control ejercido durante años en los países musulmanes, y la alienación y temor - a través de mandatos divinos - que ello supone para la población. Rushdie dice, textualmente, que “desde el principio, los hombres usan a Dios para justificar lo injustificable”.

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La publicación de la novela trajo fuertes polémicas, protestas y quemas de libros tanto en Reino Unido como en Estados Unidos. Un año después de su publicación, Jomeini emitió una fetua, una orden del gobierno, que instaba a la población musulmana a ejecutar a cualquiera que estuviera relacionado con Los versos satánicos o si conoce que lo está leyendo, ha leído, o posee un ejemplar. Y condenó a muerte a su autor, que vivió oculto durante años para evitar ser localizado. Actualmente, la fetua sigue vigente y la cabeza de Rushdie se paga a más de 3 millones de dólares.

La maldición

La ley religiosa contra Rushdie fue el inicio de una serie de sucesos que han relacionado la muerte con el polémico libro. El traductor que adaptó el texto al japonés, Hitoshi Igarashi, fue encontrado muerto en su despacho universitario, apuñalado en la cara. No se pudo identificar a ningún autor, ni probar el rumor de que el responsable había sido un joven burgués indio bien posicionado. El gobierno japonés no quiso insistir en la investigación por temor a represalias religiosas relacionadas con el libro.

$!Author Salman Rushdie holds up a copy of his controversial book, The Satanic Verses during a 1992 news conference in Arlington, Va. Iran's foreign minister said Thursday SEPT. 24, 1998 that his government would distance itself from a $2.5 million reward for killing British novelist Salman Rushdie, and was ready to exchange ambassadors with Britain. (AP Photo/Ron Edmonds)

El mismo año, Ettore Capriolo, traductor al italiano, sobrevivió a un incidente similar. Poco tiempo después, William Nygaard, el editor noruego del libro, también sobrevivió a un intento de asesinato, aunque su recuperación fue muy lenta, tras recibir tres disparos en un crimen que nunca se resolvió.

Aunque la Reina Isabel II de Inglaterra ha condecorado a Rushdie como ‘Sir’, en el entorno islámico sigue siendo un escritor prohibido y maldito. Durante más de una década ha vivido con protección de Scotland Yard, pero hace ya algún tiempo que prescinde de seguridad. Intenta ser discreto y no se deja ver en demasiados actos públicos. Él se siente orgulloso de su libro, y piensa que muchos islamistas que lo condenan ni siquiera lo han leído. Desde luego, las críticas - y más contra pilares tan férreos y delicados como el de la religión- nunca sientan bien. 

Imágenes: Hernán Piñera, pcorreia