Pocos creían en él cuando llegó el pasado verano a Estados Unidos para jugar en los Knicks de Nueva York. En un mundo de jugadores musculados, quién podía imaginar que un joven alto y espigado de Letonia se haría un hueco entre la élite de la mejor Liga de baloncesto del planeta. Lejos de acobardarse, Kristaps Porzingis, el exjugador del Baloncesto Sevilla, se ha convertido en una de las grandes sensaciones del año en la Gran Manzana.
Los inicios de KP en Estados Unidos, sin embargo, no fueron fáciles como la gente podría esperar. En la noche del Draft de la NBA, el sorteo en que los equipos escogen a los novatos más prometedores del mundo, los Knicks eran los encargados de escoger en cuarta posición –un privilegio-. Contra todo pronóstico, seleccionaron al letón, una decisión que provocó la ira de la prensa y del público en forma de abucheos e incluso el llanto desconsolado de un niño -que posteriormente se convirtió en su fan número uno-.
Un jugador especial fuera de la cancha
Porzingis despejó las dudas iniciales con un gran juego que ha mantenido todo el año, pero uno de los actos que consiguió robar el corazón de la siempre sensacionalista prensa de Nueva York ocurrió hace unos meses durante un partido de los Knicks en el Madison Square Garden. Una aficionada, Sam Miller, pidió con un cartel desde la grada a Kristaps que fuera su acompañante en el baile de graduación del instituto. Una proposición en todo regla que corrió como la pólvora:
“Hey Porzingis, tómate un respiro de todo esto y se mi pareja en mi baile de graduación”, rezaba el cartel de la joven atrevida. Algo que el mismo Porzingis se vio obligado a responder con un vídeo en twitter: “Hey Sam, gracias por invitarme a tu graduación, desafortunadamente no estaré en EEUU para esas fechas, pero espero que te lo pases muy bien sin mí”.
Uno de sus últimos actos ha sido, tal vez, el que más ha impactado en una sociedad que a veces olvida sus raíces con demasiada facilidad. Pese a ser el foco y el centro de atención de ‘la Ciudad que nunca duerme’, su carácter no ha cambiado lo más mínimo. Por eso, la fama no le ha impedido agradecer a su primer entrenador en su Letonia natal, Edvins Sprude, todo lo que hizo por él. ¿Y cómo lo ha hecho? Dándole un cheque de 50.000€. Ahí queda eso.
En un entrevista al canal letón Sporta Studija, su exentrenador dejó muy claro que no cree que ni el dinero ni la fama afecten la manera de ser de Kristaps: “Es un chico muy reservado, a veces cuando le gritaba, no me tomaba muy enserio, se lo tomaba bien y no dejaba que eso le afectara, tiene la cabeza muy bien amueblada”.

Su último gesto ha sido renunciar al Preolímpico con su país para dedicarse a mejorar su juego y agradecer a los Knicks que apostaran por él. En mundo en el que a los 20 años lo más fácil es dejarse llevar por los impulsos, la notoriedad y la fama, la actitud de Porzingis es sin duda un soplo de aire fresco para la NBA.
Crédito de la imagen principal: Ambrose Eng