Javier Fernández, Las cosas que podemos aprender del hombre que conquistó el patinaje artístico

Pero Javier Fernández no nació en la cima del patinaje, la lucha y el esfuerzo que le han llevado hasta ahí nos pueden enseñar muchas cosas.

Aunque en el mundo del patinaje se le conoce como SuperJavi, él es un chico normal y corriente, la única diferencia es que vuela sobre dos cuchillas que apenas tocan el hielo, y que desde hace tres años lo gana todo en el patinaje artístico. La última vez que maravilló al mundo fue con el ejercicio que la hecho el actual campeón del mundo.

Pero Javier Fernández no nació en la cima del patinaje, la lucha y el esfuerzo que le han llevado hasta ahí nos pueden enseñar muchas cosas.

1. Encuentra algo que te haga feliz

¿Cuántos campos de fútbol hay en España? ¿Cuántas canastas ves por tu barrio? Si estás buscando una pista de hielo, te va a costar porque solo hay 20 en todo el país, y ninguna que esté pensada exclusivamente para el patinaje. Javier empezó en el Club Igloo de Majadahonda, en Madrid; allí también entrenaba el equipo de hockey hielo, y cuando entraban ellos en pista, Javi tenía que salir. Quería participar en el Campeonato de Europa, pero no lo conseguiría hasta 2007, cuando tenía 16 años. En su primer gran torneo acabó decimoséptimo, algo que para muchos podría ser un final, pero que para él fue el 'clic' del cambio: allí descubrió que su lugar en el mundo estaba en una pista de hielo.


2. Pelea por lo que amas

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Después del campeonato de Europa, con dificultades para entrenar y sin ser un deporte muy llamativo en España, Javier podría haber decidido dejarlo. Llegaba a la edad en la que muchos decidimos qué carrera queremos estudiar, qué queremos ser de mayores. Él lo tenía clarísimo: quería ser patinador. Pero también sabía que iba a tener que tomar una decisión muy difícil: tendría que buscarse la vida en el extranjero.

Tuvo suerte, porque en Nueva Jersey encontró a Nikolai Morozov, un ex patinador ruso que vio en Javi a una persona con todo lo necesario para dedicarse a lo que ama. Javier tuvo que mudarse a Estados Unidos y renunciar a estar cerca de su familia y de sus amigos, pero sabía que en España, donde no hay hueco en sus centros de alto rendimiento para los patinadores, su sueño de acabar participando en unos Juegos Olímpicos de Invierno era imposible. Javi peleó por su sueño, y ha acabado ganando el combate.


3. Supérate a ti mismo y superarás al resto

Del puesto 17 en el primer campeonato europeo hasta hoy han pasado 9 años y muchos títulos en los que ha tenido que patinar contra grandes rivales, pero el más duro ha sido él mismo. En 2013 en Canadá y 2014 en Saitama consiguió dos terceros puestos, en 2015 superó por menos de dos puntos al rey del hielo, Hanyu, y este año ha logrado superarse a sí mismo para hacer la tercera mejor marca de la historia, 314,93 puntos entre los dos ejercicios, y volver a ser campeón del mundo por segundo año consecutivo. Superjavi ha ganado a muchos, pero para llegar a eso, cada año ha tenido que ir ganándose a sí mismo hasta subir a lo más alto del patinaje artístico sobre hielo.


4. Rodéate de los que saben

Si te rodeas de gente mediocre, acabarás siendo un mediocre más. No tienes por qué ser deportista de élite, ni ingeniero de la NASA, ni abogado famoso de un bufete de Nueva York. Si vives para patinar, sería ideal que tu compañero fuera el mejor del mundo y tu entrenador, el que enseñara al mejor del mundo. Eso es lo que pensó Javier cuando decidió mudarse de Nueva Jersey a Toronto para ponerse a las órdenes de Brian Orser, entonces entrenador de Yuzuru Hanyu. De repente, su rival se convertía en su compañero de entrenamientos y de habitación.


 

5. Pase lo que pase, sigue siendo tú mismo

 

No importa que acabes siendo famoso, que cambies de ciudad, de país y de compañeros; lo más importante es que sigas siendo la persona que antes veías frente al espejo. Javi sigue atiborrándose en el restaurante La Alegría, visitando el Bernabéu cuando puede para ver a su Real Madrid y disfruta recorriendo los rincones de su ciudad natal.

Porque aunque ahora lleve una capa con una gran S a su espalda, el mejor patinador español de todos los tiempos sigue siendo ese chico apasionado de los gatos que soñaba con volar sobre el hielo mientras sus amigos corrían detrás de un balón. Ha debido soñar muy fuerte, porque Javier Fernández ha acabado volando más alto que nadie.