Será por esa desconcertante cantidad de ítems suecos, será porque al final del camino te espera un hot dog o porque acabas llevándote a casa elementos que sabes que no necesitas pero, tanto para lo bueno como para lo malo, Tinder e IKEA son dos paraísos terrenales con infinidad de símiles. Entre ellos, ser los reyes del fiasco: entregarse a ellos es como ir a ver escaparates cuando te encuentras a final de mes –cuando el fin de mes de muchos de nosotros empieza el día 10–...
1. La Oferta

Hay una oferta demasiado amplia y sobreestimulante. Te cogen agujetas en el dedo de desplazarlo de izquierda a derecha fuera de control. Sí, no, sí, por qué no, venga va, It’s a Match!, ¡Quiero este taburete, necesito aquella lámpara! Y en este frenesí te encuentras en mitad de un pasillo recto sin poder parar de señalar a babor y a estribor mientras imaginas tu vida junto a la estantería Billy y rechazas la vulgaridad de la silla Markus. Por favor, no dejéis de ver los símiles entre ambos. Estos son infinitos e innegables.
2. La Imaginación

Del mismo modo, tanto mientras avanzas por el limbo de las habitaciones prefabricadas como cuando estás en el sofá estirando el dedo para una buena sesión de swiping, tu cerebro se encuentra recibiendo una sobreinformación de nombres difícil de asumir. Porque no puedes dejar de imaginar cómo sería dormir abrazada a ese cojín de nombre con muchas diéresis y vocales juntas, pero qué más da, él tampoco sabe pronunciar el tuyo. Decides pisar la alfombra Hampen, básicamente porque ya te habías acostado encima de ella alguna vez y nada tenía que ver con el colchón Malvik, tan robusto y grande, permitiéndote cualquier postura imposible. Ah, Malvik, lo tenía todo. Seguimos con las analogías, queridos amigos, y es que estas no dejan de ser sino evidentes.
3. La Promesa

Ambos son todo promesas. Algo dentro nuestro sabe que acabaremos dando a aquellos brillantes objetos de IKEA o a aquellos bellos Matches un uso bastante breve, pero nuestro instinto autodestructor nos supera. Navegar entre esas chucherías alimenta nuestra sed de romanticismo y queremos creer que ese saludo tan original un 'Aloha' en vez de un 'Hola' o un 'Me gusta tu estilo' es síntoma innegable de relación con final en el altar. Igualmente, crees que ese sillón hará de tu salón un digno espacio de salir en revistas de interiorismo, igual que crees que ese gafitas de barba y mostacho no puede esperar a prepararte tostadas con jamón de desayuno todos los días de su vida hasta que la muerte os separe, amén.
4. La Decepción

Lo que ocurre, queridos usuarios de plataformas vende-sueños, es que esas promesas acaban a menudo siendo decepciones. Crees que te has llevado a casa lo mejor de lo mejor hasta que descubres que alguien cercano se ha beneficiado ya de la corta utilidad de ese personaje o de esa estantería. No, no eres el único que va a tener esa lámpara que podría pasar por comprada en un rastro vintage. Y sí, esa persona sí chatea con otras cinco a la vez que se gana tu corazón y tu libido mientras alardea de su pasión por el cine mudo y las producciones japonesas de los 70. A grandes rasgos, diremos que Tinder e IKEA venden una exclusividad más falsa que un duro sevillano.
5. La Recaída

Siempre acabas volviendo a sus brazos. Será lo irresistible de todas esas chucherías que sabemos que no nos convienen o será que creemos que tenemos la paella por el mango y que no pasa nada por hacerlo una vez más, pero sabes que vas a correr de nuevo hacia ellos. Y es que está todo tan bien puesto, tan creado para volver a generar esas expectativas e ilusiones, que aunque borres Tinder de tu móvil o jures dejar de comprar muebles de gran consumo en IKEA, vas a acabar recayendo de forma inevitable.

Porque aquello que parece ser la gran similitud, la más clara analogía y el más innegable paralelismo entre estos dos monstruos de la vida en el siglo XXI es que ambos son la viva imagen del bueno, bonito, barato. Y eso, en los mediocres tiempos que corren, parece que nos basta. Parece que hemos olvidado poner la calidad por delante de la cantidad y que nos hemos rendido ante la facilidad de lo prefabricado. Su dosis de amor, gracias.