París, 31 de julio de 1938. Gino Bartali, con solo 24 años, se convertía en el segundo italiano en ganar el Tour de Francia, 13 años después de que lo hiciese Ottavio Bottechia. Pero más allá de la gesta deportiva, este sería el punto de partida de una historia de humanidad y principios. A unos 1.400 kilómetros de allí, Benito Mussolini se frotaba las manos ante la posibilidad que se le abría: la de que un deportista italiano portase el estandarte fascista del Reino de Italia por donde fuese, en lo que debía ser una demostración de que los italianos también eran una raza superior. Pero a Benito le salió el tiro por la culata, porque Bartali, pese a que ya era conocido como 'el ciclista del régimen', no estaba por la labor.
El ciclista, echándole un valor que pocos tendríamos, rechazó la 'invitación' que le llegó desde Roma de dedicar el triunfo en la ronda gala a Il Duce. Un acto que, además de poner en riesgo su integridad, tendría años después consecuencia directa en la vida de Gino y de otras 800 personas. Cuando en 1943 el Reich invadió Italia, empezó una persecución hacia los judíos al más puro estilo nazi: sospecha por aquí, campo de concentración por allá.
Fue en ese momento cuando el Arzobispo Elia Dalla Costa, Cardenal de Florencia y, en sus ratos libres, colaborador en una red religiosa secreta que protegía a los judíos, se acordó del desplante de Bartali a Mussolini, y pensó que tal vez el ciclista podía ser un buen apoyo a la causa. Junto a Giorgio Nissim, un conocido anti-fascista, fue a hablar con Gino y le propuso hacer de correo, creando una red entre Florencia, Lucca, Pisa y Livorno, por la que trasladar fotografías y papeles que permitiesen elaborar documentos de identidad falsos para los judíos de la zona.
Bartali aceptó, y aprovechando su fama pese a haber rechazado abiertamente a Mussolini era considerado un referente por los italianos y con la excusa de que iba a entrenar, escondía estos documentos en su bicicleta y los llevaba a donde fuese necesario, recorriendo cerca de 300 kilómetros diarios y llegando a salvar la vida a más de 800 judíos en apenas dos años. El respeto que le tenían probablemente le salvó la vida, y es que una vez fue detenido e interrogado por la policía secreta fascista de Florencia, bajo sospecha de ayudar e incluso dar cobijo a judíos ambas cosas ciertas, ya que además de su función de transporte, escondió en su casa a un amigo y a su familia. Gino salió indemne de la situación pidiendo a los agentes que no desmontasen su bicicleta, ya que esta estaba especialmente diseñada para la competición.
Lo más curioso es que no fue hasta el año 2003, a través de unos escritos de Nissim y tras la muerte de Bartali, que se hizo pública la heroica actuación de este ciclista que utilizó el deporte para hacer algo realmente importante. Y esta no fue la única manera en la que Gino salvó vidas.
Acabada la guerra, volvió al ciclismo de competición. Tal era por aquel entonces la magnitud de su fama en Italia, que mientras estaba participando en el Tour de Francia de 1948 recibió la llamada del Primer Ministro, Alcide De Gasperi, pidiéndole un pequeño favor: gana el Tour. La razón era sencilla. El 14 de julio un estudiante de derecho llamado Antonio Pallante había disparado al líder del Partido Comunista Italiano, y el país se encontraba al borde de una revolución o, aún peor, de una guerra civil. Y Bartali, contra todo pronóstico estaba a 21 minutos del líder, lo hizo, consiguiendo así que el clima caldeado pasase a segundo plano, evitando, con su bicicleta, un posible conflicto que llevase a la muerte de más personas.