Admitámoslo: a los mileniales nos gusta exhibirnos. Que si Facebook, que si Instagram, YouTube, Snapchat, Vimeo... Como mínimo subimos a nuestras redes sociales 20 fotos por semana para mostrarle al mundo nuestra vida diaria.
Que si selfie en la cama nada más despertarnos, que si foto de un súper desayuno, de nuestra manicura, de nuestra uña rota dos horas después de pulirnos 40 pavos en ella, foto con nuestro novio, con nuestra amiga, con el bebé de la vecina, en el gym, en el ascensor, en el curro, de fiesta, etc. Lo que hacemos por un like... Como si al mundo le importase lo más mínimo nuestra rutina de mierda mejorada con 120 filtros.
Y por más que nos esforcemos, tendríamos que volver a nacer para que nuestra vida insulsa se pareciera a la del instagramer más buenorro de todos los tiempos, Brock O'Hurn, o a la de cualquier otra celebrity o it-girl.
Pero bueno, si nuestro afán de exhibicionismo quedase ahí, podría ser considerado como una derivación más del egocentrismo humano. Pero no, este ha llegado hasta otro nivel.
Pongámonos en situación: chica conoce a chico, chico pide teléfono a chica, chico y chica comienzan a hablar por WhatsApp, chico parece educado, así que chica se confía. Y de repente, un día, sin venir a cuento, chica se despierta y en vez de un mensaje de buenos días y un emoticono de corazón se encuentra con una "preciosa" foto de su pene erecto, o lo que es peor, de su pene no erecto.
Y yo no es que tenga nada en contra de los nudies o de los selfies que la gente se haga en pelotas, ya sean solitarios o grupales. Pero, ¿hasta qué punto necesitamos que nuestro ego sea ensalzado como para tener la brillante idea de enviar nuestra foto en bolas a un completo desconocido/a?
Porque puedes llevar cinco años con tu novio, y que por razones más que "inevitables" y ajenas a vosotros un viaje de fin de curso, un erasmus, unas prácticas en el extranjero, que necesites unas vacaciones de novio... os hayáis tenido que separar durante "X" tiempo. Ahí es normal el uso de skype, de fotos en bolas y de sexting casi cada día, si fuera necesario.
Pero, ¿qué te hace pensar a ti, tío desconocido con el que como mucho he hablado dos veces por WhatsApp, que me apetece que me "sorprendas" con fotos tuyas en bolas y primeros planos de tu rabo?
Y lo peor de todo es que este comportamiento está generalizado, entre tíos y tías, y cualquiera que haya tenido la gran idea de bajarse alguna aplicación para ligar, sabe de qué estoy hablando. Lo que pasa es que las fotos en bolas de tías han tenido desde siempre una mejor aceptación.
De ahí que sea lógico que, después de la experiencia, al personal le apetezca más compartir su tiempo libre consigo mismo que mezclar sus genes con algún espécimen de estos.
Pero claro, de qué nos sorprendemos, si la gente es capaz de hacerse un selfie cagando, cómo nos va a extrañar que para darnos las buenas noches nos saluden con la foto de un miembro viril.
Esperemos, al menos, que si lo hacen, tenga un tamaño aceptable.
Yo, por mi parte, y tal como está el panorama, lo que espero es que la ciencia haya evolucionado lo suficiente en cinco o siete años como para que mi bebé no necesite más genes que los míos.
Crédito de la imagen: Twitter