Sí, parece fácil. Sobre las pautas para crear unas publicaciones perfectas en Instagram se ha escrito mucho: cuidados enfoques, filtros, poses estudiadas... Pero, aún así, hay fotos que parecen mágicas. El rocio salpicando levemente los rostros de la pareja de enamorados, la luz natural incidiendo directamente sobre los ojos entrecerrados y melancólicos, las ramas de los árboles abrazando en una altura perfecta y armónica. Son auténticos cuadros, conjunciones ideales de todo lo necesario para preparar la imagen definitiva. ¿Cómo es posible? se ha escrito mucho. Todo falso, todo preparado. Y colarnos en el making off es, además de un ejercicio sano de realidad, algo tremendamente divertido. Efectivamente, aparecer abrigado por un frondoso manto de hiedra mientras simulas pensar en la insoportable levedad del ser es emocionante, pero la cosa pierde si abres el plano y compruebas que el seto mide menos de medio metro y el fotógrafo está agachado frente a ti dejando ver sus calzoncillos de colores.
¿De verdad no habéis encontrado una mejor manera de simular la lluvia?

Impresionante luz filtrada después de haber preparado spaguettis

A ese fotógrafo le debéis una cerveza

Y de nuevo, un novio abnegado

Oh là là!

Preciosa foto –junto a la carretera que lleva a las huertas del pueblo–
Así pues, la lección está clara: no hay que fiarse de las fotos que nos quieren hacer pasar por casuales. Y no es algo sin importancia. Numerosos estudios encuentran detrás de estas 'trampas' el motivo por el que muchos adolescentes terminan experimentando síntomas relacionados con la depresión, al verse muy alejados de los cánones de perfección que imponen muchos instagramers. Por eso, siempre será bueno pensar que tal vez detrás de esa luz perfecta se encuentre un escurridor de pasta.