Ansiamos todo el año su llegada y, cuando nos damos cuenta, en un abrir y cerrar de ojos, estamos otra vez estudiando en la universidad o en la oficina pegados a una pantalla. En esos días lluviosos y grises, recordamos los días de piscina, la arena de la playa, el salitre del mar en el pelo, la tranquilidad del pueblo o los destinos vacacionales inolvidables.
También están los amores de verano, los más intensos, efímeros quizás; o no, quién sabe: el otoño decidirá qué va a ser de ellos. Hay momentos del verano en los que te sientes como en el anuncio de Estrella Damm, los idealizas con el tiempo y crees que nunca los olvidarás. Las lecturas, tu banda sonora particular, el cine a la fresca en Montjuïc, tardes en Madrid, las cervezas a las 9 de la noche cuando todavía es día, etc.
Recuerdas a todas esas personas que has conocido durante los viajes de verano o en tu misma ciudad, porque las ciudades en verano se transforman, las personas en verano se transforman, somos más libres, más puros, más auténticos, más verano. Ahora cierra los ojos, ¿te ves? pues solo cuando estos recuerdos desaparezcan habrá terminado. Sí, así lo acabamos de decidir. El verano se lleva por dentro, así que levanta la copa y brindemos por un verano de 365 días.
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