Fotografía: ¿Decretamos Un Día De Luto Oficial Por La Conversación Cara A Cara?

-No lo digo por llamar la atención, no quiero vivir mi vida a través de una pantalla. Quiero interactuar con una persona de verdad, no con el perfil que tiene colgado… -¿Perdón, me decías algo? -Sí, ya sé que estás de coña, pero es verdad, no has p

-No lo digo por llamar la atención, no quiero vivir mi vida a través de una pantalla. Quiero interactuar con una persona de verdad, no con el perfil que tiene colgado…

-¿Perdón, me decías algo?

-Sí, ya sé que estás de coña, pero es verdad, no has parado de mirar el móvil todo el rato pero, en realidad, ¿qué haces? No te importa lo que hagan tus amigas un sábado pero tampoco es que te interesen mucho mis comeduras de tarro, y sí, es como si todos estuviésemos en un estado intermedio, sin sentir nada de nada.

El diálogo es de Boyhood, una película que si no habéis visto, deberíais ver, ya que resume en tres horas toda una generación. Nuestra generación. La generación del síndrome whatsapp. Él está en el coche, conduciendo, en dirección a la universidad, y ella ve fotos de cerditos en Facebook. La conversación es tan real que tienes la sensación de estar sentado en la parte de atrás, escuchando a los protagonistas y, ¿quién sabe? Quizá incluso mirando el móvil.

Un estudio llevado a cabo por Babycakes Romero, un fotógrafo urbano dedicado a documentar el mundo que gira a su alrededor, especialmente en Londres y en París, ha querido reflejar esta victoria de la “Nada” sobre nuestras conversaciones. El ser humano queda inmortalizado frente a su teléfono móvil, en una especie de estado hipnótico que lo aísla del resto y lo convierte en un robot sediento de información.

Es extraño que yo esté escribiendo esto teniendo en cuenta la dependencia que he llegado a desarrollar por el dichoso teléfono. Últimamente nuestra relación se ha enfriado pero, joder, ha habido momentos en los que estábamos hechos el uno para el otro. Y es triste, tristísimo, y más teniendo en cuenta que desde que he empezado a escribir esto mi móvil ha vibrado como unas cinco veces por alguno de los dichosos grupos de Whatsapp, y tengo que hacer verdaderos esfuerzos para no desbloquearlo y averiguar qué es lo que me estoy perdiendo.

La respuesta a ello es: nada, nada en absoluto. Información, a menudo innecesaria, que en el 80% de las veces, más o menos, no es siquiera mínimamente interesante. Lo sé. Sé que es así. Sé que desbloquearé el móvil, veré que tengo novedades en Facebook, Whatsapp e Instagram y dando gracias de haber borrado Twitter hará un año en un ataque de impulsividad, y que toda esa información no me interesará en absoluto. A pesar de que el primer impulso de mi cerebro sea el de alegrarse por recibir atención.

Y es que a menudo se ha tachado a nuestra generación de narcisistas. Somos, como dice Madison Montgomery en American Horror Story, aquella que recibe premios solo por participar y ve secundadas sus opiniones, a menudo simples y mal elaboradas, con cada fav, con cada RT, con cada “Me gusta”. De repente, todos somos fotógrafos profesionales, escritores y humoristas. De repente, las barreras del tiempo y el espacio han desaparecido y ya no existe ni lo uno ni lo otro. Estás con tu pareja y hablas con tus amigos, estás con tus amigos y hablas con tu familia, y cuando antes quedar a las 22:30 en el bar de siempre suponía quedar a las 22:30 en el bar de siempre, ahora se transforma en un debate encarnizado sobre horarios, vestidos y garitos.

Y al final, para nada, porque en cuanto el grupo se reúna nadie se esforzará por mantener caliente la conversación e intentaréis huir a través de esa pantallita táctil que tanto decíais necesitar. Siempre habrá alguien que abogue por guardar los aparatos, pero el daño ya está hecho, y si alguien quita los datos será para ahorrar batería mientras la conversación languidece conforme avanza la noche y todos descubren lo aburridos que son sus contertulios, pero también lo aburridos que son los comentarios que le llegan por Whatsapp y que son incapaces de dejar de lado, alcanzando así ese estado intermedio de Nada, de Nada en absoluto.

En sus fotografías, Romero nos muestra esta sobreinformación como lo que es: una droga. Nos atrae, nos cambia y nos vuelve dependientes. Sin la droga nos sentimos vacíos y, cuando la consumimos, ese vacío se acrecenta. Necesitamos más y más, nunca tenemos suficiente. Nunca hay suficientes “Me gusta”, nunca hay suficientes Favs, nunca renunciaremos a las imágenes de gatos ni a los chistes en cadena. Y ni tú ni yo cambiaremos eso porque es una droga sin la cual ya no es posible moverse en sociedad.

Porque, paradójicamente, y como todas las drogas, empieza rodeándonos de gente, para acabar dejándonos completamente solos.

$!Fotografía: ¿Decretamos Un Día De Luto Oficial Por La Conversación Cara A Cara?
$!Fotografía: ¿Decretamos Un Día De Luto Oficial Por La Conversación Cara A Cara?
$!Fotografía: ¿Decretamos Un Día De Luto Oficial Por La Conversación Cara A Cara?
$!Fotografía: ¿Decretamos Un Día De Luto Oficial Por La Conversación Cara A Cara?
$!Fotografía: ¿Decretamos Un Día De Luto Oficial Por La Conversación Cara A Cara?
$!Fotografía: ¿Decretamos Un Día De Luto Oficial Por La Conversación Cara A Cara?
$!Fotografía: ¿Decretamos Un Día De Luto Oficial Por La Conversación Cara A Cara?
$!Fotografía: ¿Decretamos Un Día De Luto Oficial Por La Conversación Cara A Cara?
$!Fotografía: ¿Decretamos Un Día De Luto Oficial Por La Conversación Cara A Cara?