A veces tengo la sensación de que las personas a medida que van creciendo se vuelven más tristes. Puede que esto sea en gran medida por el número de responsabilidades y preocupaciones que se van cargando sobre nuestra espalda conforme van transcurriendo los años. En nuestra más tierna infancia cualquier cosa podía hacernos sonreír: nuestro padre sacando una moneda de detrás de nuestra oreja, un perro jugando o un vaso de agua que se derrama. Ahora nos cabreamos porque hay que secar el agua del suelo, porque el perro ladra y no nos deja trabajar o estudiar, y el juego de la moneda nos parece tal estupidez que nos pone nerviosos. ¿Acaso madurar significa perder completamente el sentido del humor?
Algunos viejos duermen mucho antes de morir, como si con cada año que cumplimos perdiésemos un cachito de la alegría de vivir y, al final de nuestra vida, no nos quedase más remedio que cerrar los ojos y esperar a que la muerte nos lleve mientras soñamos. Pero este no es un final inevitable para todos, nosotros todavía estamos a tiempo de no dejarnos absorber por un sistema en el que se vive para trabajar y consumir, vaciando nuestra existencia de la ilusión y la felicidad que caracteriza a los niños.
Podemos elegir ser adultos, pero sin matar al niño que vive en nuestro interior, para así poder vivir cada día como una gran aventura, en la que cualquier cosa cotidiana nos llene de alegría. La ilustradora y artista gráfica Maori Sakai es toda una experta en transformar lo más irrelevante de un día normal en algo totalmente encantador. Es por ello que sus ilustraciones animadas son el pildoretazo de energía perfecto que necesitamos cuando nos levantamos para empezar la mañana con buen pie y alegría.
Esta artista, asentada en Tokyo Japón, es capaz de crear, tan solo con trazos de lápices de color pastel, simpáticas ilustraciones llenas de calor y luz, con una estética muy dulce y femenina. El éxito de su trabajo reside en la acertada combinación de lo orgánico de sus dibujos con el gif animado proveniente del entorno digital, dotando a sus ilustraciones de pequeños movimientos que consiguen sacar una sonrisa a cualquiera. Gracias a su trabajo volverás a enamorarte de las pequeñas cosas que te rodean en tu día a día, como una taza de café, una tostada, un cuenco con sopa o un perro jugando entre las hojas con las que el otoño cubre las calles.
Imágenes: Maori Sakai Música: Kevin MacLeod Locución: Jesús Ranchal
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