Mi experiencia en First Dates II: cita FAIL con final inesperado

First Dates no es un restaurante situado en Gran Vía. Es la parte baja de dicho edificio a la que se accede por una especie de bungalow con cortinas de puticlub

Lee el primer artículo de la serie: Mi experiencia en First Dates I: Casting superado


Viernes. Cinco de la mañana. Sonó el despertador. Los nervios habían hecho que no pegara ojo en toda la noche y, por un momento, se me pasó por la cabeza la idea de acabar con esta locura y permanecer bajo el nórdico. Finalmente,  moví mi culo de la cama, me acicalé y llamé a un taxi. Y ahí estaba yo, con cara de sobada y una maleta cargada de outfits esperando a que el tren Barcelona-Madrid de las 6:10 arrancara motores. Al llegar a Atocha, como si de la Lomana se tratara, un coche de producción me estaba esperando para llevarme a los estudios.

Bueno, más que estudios glamurosos lo que me encontré fue una antigua fábrica de muebles situada en el quinto pino y que hace a la vez la función de redacción y de plató. Porque no señor, First Dates no es un restaurante situado en Gran Vía. Es la parte baja de dicho edificio a la que se accede por una especie de bungalow con cortinas de First Dates mira abajo y flipa.

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A eso de las diez de la mañana llegamos a los estudios donde me recibía mi redactor. Nada más entrar comenzaron las prisas: “saca los modelitos para que te los apruebe el estilista”, “pasa a firmar los papeles”, “entra ahí para que te microfonen”… Era de locos y lo que más impotencia me daba era no tener ni un segundo para hincarle el diente a la bandeja de croissants que había sobre la mesa. “Bueno, luego tendré que 'cenar' a las once de la mañana así que está bien que tenga hambre”, pensaba para engañar a mi estómago.

Porque, al igual que el restaurante no es un restaurante como tal, el horario de grabación tampoco es lo que parece. El plato de espaguettis que ves a través de la pantalla es muy probable que esté siendo ingerido a las once de la mañana o a las cinco de la tarde según el horario de cita que te toque.

La gran decepción

El estilista ya había validado mi super look de camiseta básica, falda negra de cuero polipiel inflamable para los amigos y taconazos de femme fatale. El microfonista me había llenado de cables y ya había firmado la cesión de mis derechos. Faltaba un último paso antes de salir a escena: chapa y pintura. Es en ese momento donde se desató la tragedia.

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Dos redactores se acercaron a mi con cara de circunstancias y uno de ellos me dijo: “Leyre, hemos tenido un problema con tu cita y el chico no va a venir”. Mientras mi cara intentaba esbozar una sonrisa de comprensión, mi voz interior murmuraba: “vale, tranquila, ahora te dirán que tienen un plan B o que te plantan en la mesa al microfonista que está bien bueno y ya está, todo solucionado”.

Pero no, una vez más mis predicciones fueron fallidas. El chico argumentó que ya estaba yendo a Madrid cuando, por cuestiones laborables de vida o muerte, tuvo que dar media vuelta. A mí la película que se había montado me sonó a cuento chino pero en ese momento los redactores parece que creyeron su versión. Me dijeron que volveríamos a grabar la semana siguiente con el mismo chico. Según ellos, encajaba tan bien conmigo que les daba pena ponerme a otro.

Total, que me había pegado la matada de viaje para nada y los nervios incubados durante días aún no tenían permiso para abandonar mi cuerpo. Mi jornada de no grabación había acabado así que el coche de producción me devolvió a Atocha. Allá, me dejé un riñón y parte del otro para cambiar el billete de AVE y conseguir una plaza en preferente. Solo quería poner fin a un día de mierda, pero los giros del destino aún no habían acabado.

Un viaje de vuelta con sorpresa

Ya sentada en mi plaza, un atractivo joven se acercó a mi con cara de querer decirme algo. “No ligo en la tele pero ligo en el tren, ni tal mal” pensaba esperanzada. Por fin habló: “¿Me puedes cambiar la plaza para ir sentado junto a mi novia que viene ahora?”. Hasta luego Mari Carmen. ¿Alguien tiene una escopeta para pegarme un tiro ya por favor?

Hice alarde de mi simpatía y accedí muy amablemente a su petición. Cogí mis pertenencias y me moví al asiento de atrás. De repente apareció una chica super cool con pintas de influencer. Era la novia. Pero no una novia cualquiera, era Macarena Gómez. ¡Tócate los huevos! La historia no solo tenia su gracia porque la chica es famosa sino porque allá por enero le había bombardeado a mensajes para que me enviara un vídeo felicitando a un colega del curro.

Fue inevitable quedar como una frikifan: "Ay, ¡hola! Yo soy la que te pidió un vídeo para felicitar a mi amigo Paco y que me enviaste. Oye, muchas gracias eh. ¿Me puedo hacer una foto contigo y se la mando? Es que sino no se va a creer esto". Y sí, se hizo la foto.

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Para rematar la jornada, a medio camino entre Madrid y Barcelona recibí una llamada.Al final te hemos buscado un chico nuevo. ¿te viene bien volver el lunes?”, me dijo el guionista. Parece que tras analizarlo, ni siquiera ellos se creyeron la excusa del chaval y prefirieron asegurarse de que por fin tendría cita.

Cuando llegué a Madrid esa mañana tenía mil requisitos que quería que mi posible match cumpliera. Cuando volvía a Barcelona, con que apareciera ya me parecía más que suficiente. Así que nada, tres días más de agonía. Al menos, ya tenía el modelito validado y había conocido a una famosa. Menos da una piedra.


P.D: Me gustaría hacer un llamamiento público para encontrar a ese chico que nunca fue a la cita. Si conoces a alguien que iba a ir First Dates y se rajó o eres tú el que me dejó plantada en el último momento, ponte en contacto con nosotros. Prometo no ser rencorosa.