Cuando alguien lo ha perdido absolutamente todo, es muy complicado conseguir que algo le ilusione de nuevo. El ánimo está por los suelos y la confianza y la autoestima brillan por su ausencia. Pero, como siempre, todo es cuestión de dar con la tecla adecuada. Y ahí ha entrado, una vez más, la inmensa capacidad de MOTIVAR -así, en mayúsculas- que tiene el deporte, un auténtico catalizador de emociones para aquellos que creen haber perdido el ánimo definitivamente. Pues este es, sin duda, el caso de los integrantes del Souriana Team, un equipo amateur de baloncesto de la ciudad alemana de Düsseldorf en el que los jugadores comparten dos rasgos muy especiales: un amor incondicional por el básquet y el estatus de refugiado sirio en Europa.

Instalados en distintas ciudades alemanas, todos tuvieron que dejar su país, su vida cotidiana y a sus familias para buscar en Europa el futuro que no tenían en Siria. Tras miles de kilómetros en barco, autobuses o coches, y otros cientos andando, llegaron por fin a Alemania, uno de los países europeos que más refugiados acogen.
La idea partió, hace un año, de Mahmoud Al-Abed, su fundador. Entrenador en Siria, acababa de llegar a un nuevo país de acogida junto a su mujer, Dalia, también muy vinculada al baloncesto profesional. Sabían que era probable que muchos otros jugadores de la Youth League Siria estuviesen en su misma situación, así que hicieron un llamamiento por Facebook para formar un equipo en el que sentirse un poco más en casa. En dos horas ya eran quince.
En pocos días, hasta veinte chicos refugiados -de entre 18 y 22 años y localizados en el estado federado de Hesse-, se sintieron tremendamente ilusionados con el proyecto que, al poco tiempo, dio lugar al nacimiento del Souriana Team, cuyo nombre significa “nuestra Siria”. Nunca antes habían jugado en el mismo equipo, de hecho, eran rivales de diferentes conjuntos sirios que ahora formaban un club con la única ilusión de volver a competir. El primer escollo que se encontraron fue la distancia. A pesar de estar todos en el mismo land, las distancias para reunirse eran considerables, pero ninguno de los integrantes se planteó no hacerlo.
Sin futuro
“Para nosotros no había elección. No podíamos quedarnos en Siria. No podíamos ir a la universidad, no podíamos jugar al baloncesto, no había ningún futuro“. Esa es la realidad de Alaa Al Chatti, uno de los componentes de la plantilla del Souriana. Su vida ha sido una auténtica odisea: atravesó Turquía, Grecia, Macedonia, Serbia, Croacia, Hungría y Austria hasta llegar a Alemania. Para él, volver a jugar significa mucho más que practicar un deporte entre compatriotas: “Cuando juegas al baloncesto consigues olvidarte de todo, sientes que no tienes problemas. Vivir sin tu familia es muy duro, por eso, para mí, Souriana es como mi pequeña gran familia”.
“La idea era devolver algo bueno a la sociedad alemana que les ha acogido, así que decidieron hacerlo a través del baloncesto", son las palabras de Merche Díaz, una periodista española que conoció la iniciativa del equipo y que hoy es parte de su infraestructura, ayudándoles a dar la máxima difusión posible a su historia.

Y, con días como aquel inolvidable 16 de abril, poco a poco se van construyendo una meta que, cada día, tiene algo más de realidad. Pues aunque aún no están integrados en ninguna liga y, de momento, solo juegan partidos amistosos, los esfuerzos y el talento ya han empezado a dar sus frutos: Souriana ya cuenta con su primer patrocinador; el supermercado alemán Metro, que funciona como sponsor para financiar algunos de los gastos que genera el equipo.
“Un sueño hecho realidad”
“El hecho de estar todos juntos es ya un sueño hecho realidad” dice el fundador Mahmoud, “pero aún tenemos dos grandes deseos por delante: formar parte de la liga alemana en menos de un año y, sobre todo, que vuelva la paz a Siria”.