¿Doblada o en V.O.S.E.? La eterna lucha de los espectadores

¿Por qué en algunos países el doblaje es toda una industria y en otros solo un caso aislado? ¿Y por qué España es una de las naciones a la cabeza?

Nadie puede negar que vivimos en uno de los países con mayor índice de películas dobladas, y aunque la versión original ha ido ganando adeptos en los últimos años, gran parte de la población sigue exigiendo que la traducción venga de parte de la voz y no de los subtítulos. El caso es muy diferente si hablamos de otros países, donde los subtítulos están a la orden del día, no solo en las grandes salas de cine, sino en la propia televisión pública. Y no hace falta irse muy lejos para encontrarnos con ello, basta mirar hacia el oeste para encontrarse con el audiovisual portugués, dominado por la versión original subtitulada.

¿Pero por qué? ¿Por qué en algunos países el doblaje es toda una industria mientras en otros apenas constituye un caso aislado? ¿Y por qué precisamente España es una de las naciones a la cabeza en esta práctica? Para contestar a todas estas preguntas hay que viajar al pasado y entender la cultura político-lingüística de los diversos casos.

En España las películas comenzaron a doblarse prácticamente a la vez que apareció el cine sonoro, en torno al 1930, con el objetivo de llegar al mayor número de espectadores posible, independientemente de su nivel cultural o su capacidad lectora. Tras la Guerra Civil, con la instauración de la dictadura de Francisco Franco, esta práctica se extendió siguiendo el paradigma de la la Ley de Defensa del Idioma aprobada por Mussolini en Italia en 1941, con afán de realzar el idioma castellano, pero también de controlar lo que se decía durante el metraje.

La censura se llegó a manifestar de manera tan tajante como en el hecho de que en la Dama de Sanghai, el personaje de Orson Welles dijera que había matado a un espía en Trípoli en lugar de a un franquista en Murcia que era lo que decía en la versión original; que en Casablanca, Humphrey Bogart hubiera luchado contra los nazis en Austria en lugar de a favor de los republicanos en España; o, incluso, que los personajes de Grace Kelly y Donald Sinden en Mogambo fueran hermanos, en vez de un matrimonio, para evitar que se diera un adulterio dentro de la trama.

Afortunadamente, el doblaje hoy en día no cambia el argumento en favor de un determinado ideal político, pero sí ha seguido prevaleciendo frente a lo que ha ido ocurriendo en muchos otros países. Países como los escandinavos, los centroeropeos, los de los balcanes o el ya mencionado caso de Portugal, suelen mantener la versión original excepto en algunas excepciones como en las películas de dibujos animados, y, curiosamente, es en estos países donde se ha registrado un nivel más alto del inglés, idioma preponderante en las películas extranjeras comercializadas.

¿Pero es esto una máxima? Es decir, ¿determina realmente el nivel de inglés que las películas estén o no dobladas? En el caso de Portugal o de los países escandinavos, esto es evidente, pero Alemania o Austria, las cuales doblan gran parte de sus películas, también cuentan con un alto número de anglófonos entre sus filas. Llegamos, pues, a una encrucijada que pasa por el nivel de la educación lingüística de los países, e incluso, por la relevancia que tenga el idioma a nivel internacional.

Así, países cuya lengua es hablada por un alto número de personas como Francia, Rusia, Italia, Alemania o España se muestran reticentes a entregar el cine por completo al titán anglosajón, por mucho que la población, aunque lentamente, vaya adquiriendo un nivel cada vez mayor de inglés.

Sin embargo, hay otras explicaciones que dejan de lado esta mentalidad político-lingüística de cada país, y centran sus argumentos en una perspectiva más artística, que tiene en cuenta las preferencias individuales. Los puristas de la versión original establecen que se pierde mucho del trabajo de los actores y de la película en general si las voces se graban después, de forma artificial y en un idioma completamente ajeno. En cambio, los defensores del doblaje esgrimen como argumentos a su favor el que se pueda observar la película de forma directa y con todo detalle, al no tener que prestar tanta atención en leer los subtítulos.

En España, donde existe toda una industria de doblaje, con figuras tan relevantes como el fallecido Constantino Romero, pero con una juventud cada vez más formada en idiomas extranjeros, este debate parece querer alargarse durante bastantes años, por lo que las sesiones dobladas deberán aprender a coexistir con los subtítulos, y viceversa.

 

Es por ello que, quizá, ante todas las preguntas que surgen en torno a este debate, solo otra pregunta pueda darnos la respuesta: ¿Y tú, eres de ver las películas dobladas o en versión original?