Disco De Oro Interestelar: La Historia De Las Voyager

Solo un ingenio humano ha conseguido, por el momento, llegar fuera de los límites de influencia de nuestro sol, la sonda estadounidense Voyager 1,

Hasta hace no demasiado tiempo, el Sistema Solar era todo lo que conocíamos. El Sol, la Luna, un grupo reducido de planetas y las diminutas estrellas allá en el fondo. Hoy, sin embargo, sabemos que no somos más que otro sistema planetario alrededor de una de las miles de millones de estrellas de uno de los cientos de millones de galaxias que pueblan nuestro universo. Algo bastante más pequeño que una gota de agua en el océano. Somos, de hecho, tan pequeños y el universo que nos rodea tan grande que, por supuesto, aún no podemos ni soñar con viajar a otros mundos más allá de los que giran en torno a nuestra estrella. Incluso con la tecnología más innovadora, se necesitarían años incontables.

Solo un ingenio humano ha conseguido, por el momento, llegar fuera de los límites de influencia de nuestro sol y continuar más allá, viajando por primera vez en el espacio interestelar, la sonda estadounidense Voyager 1, cuyo viaje comenzó en 1977. Es de esperar que pronto la sigan las sondas Pioneer 10 y 11 aunque se perdió todo contacto con ellas hace tiempo y la Voyager 2, enviada al espacio, curiosamente, antes que su gemela. Considerando la posibilidad de que estas naves fueran interceptadas por civilizaciones alienígenas, se colocó en ellas toda clase de información relativa a los seres humanos, incluyendo imágenes, historia, datos científicos y un disco de oro.

Se crearon comisiones especiales para decidir el contenido de estos discos de oro. Nuestras hipotéticas tarjetas de presentación si es que hay alguien por ahí viajando de estrella en estrella. A la velocidad actual, la Voyager 1 tardará cuarenta mil años en llegar a la estrella más cercana. Uno de los responsables del contenido de los discos fue Carl Sagan, eminente científico y popular presentador de la serie de televisión Cosmos.

Se incluyeron saludos en cincuenta y seis idiomas, sonidos familiares del planeta Tierra como los de la lluvia, el tráfico o el viento y una serie de pistas de audio con las que se intentó representar el mayor número de culturas posible. Hay canciones originales de países como Zaire, Australia, Senegal, México, Alemania, Azerbaijan, China, India, Perú o Bulgaria.

Sagan quiso incluir el tema Here comes de sun de los Beatles. Los chicos de Liverpool estuvieron de acuerdo, pero la discográfica EMI, propietaria de los derechos, se negó a su cesión literal y verdaderamente universal. Finalmente, la canción escogida fue Johnny B Goode de Chuck Berry.

Tras explorar Júpiter y Saturno y utilizar estos planetas para darse impulso y tomar velocidad, las naves continuaron hacia Urano y Neptuno y, posteriormente, más allá. Plutón, un planeta enano cuarenta veces más alejado del Sol que la Tierra, representa solo un tercio de la distancia actual de la sonda.

Además de las decenas de miles de años que las naves Voyager tomarán para llegar a las estrellas más cercanas, hay que contar con que, por entonces, haya en ellas alguien interesado en rastrear minúsculas sondas espaciales provenientes de otros mundos. Interesado, y con la tecnología suficiente para interceptarla y darle algún uso práctico. No digamos ya con capacidad para ponerse en contacto con nosotros. Pero que nadie me niegue que el día que nos enteremos de que un extraterrestre ha estado escuchando a Chuck Berry gracias a una sonda lanzada desde la Tierra en 1977 va a ser uno de los más memorables de la raza humana.