A tu derecha, combatientes armados con metralletas. A tu izquierda, una escuela en llamas, destruida por el bando opositor. La guerra civil no cesa y ya no queda nada por lo que luchar. Incluso el orgullo está en sus horas más bajas. Tu familia ha sido asesinada. Estás solo. No te queda otra que rehacer tu vida, aunque sea sobre pilares falsos. Para huir a Europa, y que esta te dé asilo, eres capaz de cualquier cosa, hasta de inventarte una familia. Solo así, y en un barco de mala muerte, podrás escapar de lo que más quieres y de lo que más te duele: la vida en tu país.
Esta es la historia que cuenta Dheepan, película ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes, dirigida por Jacques Audiard. Un relato enfocado desde el punto de vista de una familia ficticia que huye de la guerra civil de Sri Lanka y que llega a Francia para conseguir el sueño europeo, el sueño de seguir vivos. Pero no será fácil. Llegar desnudo te hace vulnerable. Y más si Europa no es lo que parece.

Nada más llegar, Dheepan, protagonista de la cinta, empieza a buscarse la vida como vendedor ilegal de juguetes luminosos y flores por la calle. De hecho, corre más que vende, pues cada vez que aparece la policía, sale disparado a esconderse. Sin embargo, los europeos, cada vez que vemos a uno de estos vendedores diciéndonos "flores a 2 euros", solo pensamos en lo pesados que resultan, y es que ellos mismos también se sienten así. No es lo que les gustaría hacer. Están hartos, al igual que nosotros, pero por el momento no les queda otra. Por eso mismo, rápidamente buscan un trabajo mejor para integrarse. Normalmente en un barrio problemático en las afueras de la ciudad.

En el caso de Dheepan, es como portero de un bloque de pisos; en el de su mujer fingida, como cuidadora de un hombre anciano. Sus dificultades para comunicarse son el motivo principal de su desconexión. Dheepan observa cada noche por su ventana a la sociedad que le rodea, sin acabar de comprenderla. Lo único que sabe es que hay que hacer un esfuerzo diario por sobrevivir y, a la vez que intentas integrarte, saber mantenerse al margen. Gracias a que su hija ficticia puede ir a la escuela y aprender francés, ellos se comunican cada vez mejor con sus vecinos. Así, grano a grano, van aferrándose a una vida que no es la suya, pero necesaria para prosperar.
"Los europeos prefieren contratar a inmigrantes porque no se enteran de lo que pasa y así no se entrometen en sus asuntos", le explican a Dheepan. Simplemente quieren que hagan su trabajo y no pregunten. Que acepten las condiciones como esclavos. Aunque les paguen 500 euros, una cantidad que para ellos es una fortuna. Sin embargo, llega un momento que, cuando ven que su vida puede correr peligro, dejan de estar aislados y se involucran.

La guerra es algo generalizado, algo que te persigue vayas donde vayas. El ser humano lucha por defender lo que cree que es suyo y por someter al otro. Donde viven es un barrio marcado por las bandas callejeras dedicadas al tráfico de drogas, dueñas de edificios enteros con códigos que hay que respetar. Cualquier día, al igual que ocurría en su país de origen, pueden morir de un balazo en medio de la calle. Y eso es algo que le atormenta a la familia de Dheepan. Sus peores recuerdos, las taras creadas por la guerra, afloran de una forma incontrolable. Antes de volver a huir, solo les queda luchar de nuevo para seguir vivos antes de otro viaje de igual incertidumbre.
En definitiva, Jacques Audiard, gracias al sólido punto de vista, nos mete en la piel de los inmigrantes, y más concretamente de los refugiados, al mismo tiempo que critica la inoperancia de Europa. Y eso que su película fue rodada antes de la gran Crisis que vivimos actualmente en Siria.