Criticamos a las madres cuando les decimos cosas como “me aburro” y su contestación es “pues no te aburras” pero al final, con los consejos, todos somos un poco así de absurdos. Nos encanta ir dándolos y sermoneando hasta acabar con la boca seca y al final, no solo no hacemos caso de nuestros propios consejos, sino que les llevamos la contraria hasta límites insospechados.
1. Cuando no nos lo creemos ni nosotros mismos
No te basta con tener una amiga que se dedica a ciberperrear con un tío un poco mamarracho, sino que, cuando estás en casa aburrida, eres tú la que escribe al tuyo porque no sabes nada de él. Si se enteran dirás cosas como: “Ah no, pero es que a mí me da igual. Yo te digo que no lo hagas porque estás sufriendo ¿pero a mí? A mí me la suda, vaya”. No solo has perdido el título de consejera sentimental sino que te has convertido en la reina del autodesengaño.
2. Cuando te entra la fiebre del sábado noche
Qué bien tener ese compañero de trabajo que te dice el lunes por la mañana en la oficina como está tirando su vida con tanto finde de desenfreno y sin ver la luz del sol. Qué bien tenerlo para darte cuenta de que, después de sermonearle con hacer planes más culturales o al menos más diurnos, eres tú el que acaba el sábado por la mañana bajo la sábana, mientras ves tu vida pasar por la ventana hasta que llega la noche, que es cuando milagrosamente ya te encuentras mejor para ir al siguiente plan nocturno que te hará pasar el domingo con una resaca peor que el día anterior.
3. Cuando Jane Austen nos metería un buen bofetón
Como nos gusta ilustrar a nuestros amigos sobre el amor propio, el orgullo y la dignidad y todas esas cosas de las que carecen las letras de Álex Ubago cuando lo están pasando mal por un desgarro amoroso. Nos quedamos con la boca seca diciéndoles que no contesten, no cojan el teléfono, no queden si el otro lo pide. Vamos, básicamente les pedimos que les saquen de su vida y lo decimos como si fuera cambiar el azúcar por la sacarina. Haces llorar a la otra persona mostrándoles la crueldad del asunto y es a ti al que te falta país para correr detrás de esa persona que con un simple “Hola ¿qué tal?” por whatsapp, te crees que no es perder el amor propio porque tu historia “es diferente” y esta vez va a ir todo bien.
4. Cuando nos creemos analistas de mercado
¿Pero por qué no ahorras un poco cada semana?, ¿por qué no haces planes sanos para ahorrar?, ¿por qué no te dejas de caprichos tontos? ¿Por qué no dejas a tu colega en paz? si tú eres luego el primero que vas a por un caprichito después de un mal día, te vas a cenar fuera porque tienes antojos o te compras eso que no te puedes permitir pero que lo quieres, lo quieres y punto.
5. Cuando es mejor ni abrir la boca
Hay algo peor que no predicar con el ejemplo y es aquellas personas que te sueltan un “tía, no te ralles” y se quedan tan panchas. Que estás tú, llorando desconsoladamente porque te has enterado que tienes unos cuernos que no entras por la puerta y llega ese iluminado que te suelta un “no te preocupes, pasa del tema” y sientes como la sabiduría ha entrado en escena, en concreto al descubrir que no puedes ser amigo de esa persona.
6. Cuando deberías estar aprovechando el día
No vuelvas a decir nada que aquí estás tú, procrastinando. Leyendo este artículo cuando deberías estar currando...