David Pawlaczyk era un chaval polaco de 13 años como cualquier otro. Nada especial, nada diferente a lo normal. Le gustaba montar en bici, jugar al fútbol y ver partidos de su equipo. ¿Que cuál era su equipo? Eso era lo de menos. Lo importante es que en él jugara Cristiano Ronaldo. No se perdía ni un minuto de su futbolista favorito. Como decía, un chaval normal y corriente. Sin embargo, en agosto de 2013, su vida iba a entrar en pausa. Una tarde, mientras volvía a casa en bicicleta, fue atropellado por un coche. Y todo se volvió negro.
Lo que parecía un callejón sin salida para Izabela y su marido, una espera insoportable sin más posibilidad que la de sentarse y mirar a su hijo, se acabó convirtiendo, finalmente, en una búsqueda activa de alternativas médicas. Contactaron con muchas familias que habían sufrido desgracias similares, con hijos que se habían recuperado y otros tantos que habían visto a familiares caer en un sueño del que jamás despertaron.
Hasta que un día encontraron una opción que podría ayudar, o tal vez no, pero que había que intentar: varios investigadores médicos recomendaban un tratamiento experimental, basado en exponer a los pacientes en coma a estímulos conocidos para ellos. Podría ser el tacto de alguna prenda de ropa, el olor de un perfume determinado o aquella canción que tanto le gustaba. En el caso de David, sus padres no tuvieron ninguna duda: le iban a poner un bucle de la narración de los goles de Cristiano Ronaldo.
Una fría mañana de noviembre de 2013, David Pawlaczyk abrió los ojos. Cuando despertó, no sabía dónde estaba, ni cuánto tiempo había estado dormido, ni qué le había pasado. No entendía por qué estaban sus padres a los pies de la cama, llorando y sonriendo a la vez, ni por qué un ejército de médicos llenaba la sala, todos pendientes de sus movimientos. Tampoco comprendía por qué tenía unos auriculares puestos, aunque, en cuanto consiguió centrarse en lo que oía, a él también se le dibujó una sonrisa en la cara: Cristiano Ronaldo acababa de marcar un gol.
La historia de David no cayó en el olvido: un chico polaco había estado en coma tres meses y despertó gracias a escuchar los goles de su ídolo, mientras vagaba en la oscuridad de su propia mente. Encontró la luz al final del túnel, y allí, justo a la salida, estaba su pasión, el fútbol, y su héroe deportivo, Cristiano. Cuando el jugador portugués se enteró de la historia de David Pawlaczyk, le invitó a él y a su familia a ver un partido de Champions en el Santiago Bernabéu frente al Borussia de Dortmund. Allí, se vieron por primera vez, y la estrella pudo conocer la historia de primera mano. Hace unas semanas, CR7 y David volvieron a encontrarse, esta vez, en Varsovia.
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Sin duda, una bonita historia con un final feliz que demuestra que, pese a todo, siempre habrá lugar para la esperanza.