Darío Silva, El Futbolista Que Descubrió Que Le Faltaba Una Pierna

Un lunes de aquel mes Darío Silva despertó, intentó salir de la cama y se dio cuenta de que le faltaba la pierna derecha de rodilla para abajo.

A finales de septiembre del año 2006 el futbolista uruguayo Darío Silva tenía 33 años. Una edad a la que todavía uno puede dedicarse al deporte profesionalmente, y más aún alguien como él, que había jugado y marcado goles en tres grandes ligas europeas: Italia, España e Inglaterra. Pero lo que ni él ni nadie imaginaron nunca es que su carrera iba a terminar definitivamente de la noche a la mañana. Un lunes de aquel mes Darío Silva despertó, intentó salir de la cama y se diintentó salir de la cama y se di

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Ocurrió en Montevideo; había bebido demasiado, había cogido el coche y había tenido un accidente que le hizo perder su trabajo, su pasión y parte de su cuerpo. Cuando despertó estaba confundido tras la operación y fue la televisión, que estaba encendida, la que le anunció que habían tenido que amputarle una pierda. Entonces, se echó a llorar. Sólo lo haría una vez. Desde el momento en el que fue consciente de que su vida había dado un giro radical, quiso hacerse con las riendas de nuevo, y dirigir su camino a nuevos horizontes que llevaban tiempo dando vueltas en su cabeza.

Salió del hospital sabiendo que su siguiente objetivo seguiría siendo deportivo, pero bien alejado de los balones y el césped. Durante varios meses estuvo preparándose para los Juegos Olímpicos de Londres 2012... en remo. La pasión por este deporte en Uruguay se le había metido en la sangre como una droga, y aunque no pudo alcanzar su objetivo, el camino hacia él había sido lo realmente importante: le había alejado de la cama y de la depresión de quien puede verse limitado físicamente de por vida. Además, nada de silla de ruedas ni muletas. Quien vea hoy en día a Darío Silva sólo descubrirá una ligera cojera gracias a las maravillas de las prótesis modernas.

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El deporte le había levantado de la cama. La política le hacía mantener activa la mente. Pero lo que despertó su pasión más profunda serían los caballos. Desde aquel punto y aparte en su vida, Darío se zambulló en la equinoterapia, una disciplina en la que estos animales son el medio para superar lesiones físicas y psicológicas. Su tiempo, su dinero y su interés han girado durante más de una década alrededor de este mundo. Y con ello, la mente, el cuerpo y el alma ocupadas en seguir hacia delante, y nunca mirar hacia atrás. Él mismo lo reconocía en una entrevista: “sólo creo en lo que hago, porque la vida va y viene siempre, así que hay que vivirla con felicidad mientras se pueda”.

En ocasiones, el destino tiene un humor de lo más extraño: el chico del barrio Treinta y Tres de Montevideo vio como a los treinta y tres su vida marcaba un punto y aparte. Nadie puede negar que hasta aquella madrugada de domingo de 2006 su vida había sido un éxito. Tampoco nadie puede defender que desde entonces su vida haya sido peor. Darío Silva nació optimista, y nada ha conseguido arrebatarle jamás aquello que mueve el mundo: las ganas de vivir.