Lo Que Nadie Te Cuenta De La Gala De Los Goya

Lo primero que descubres cuando llegas a la Gala de los Premios Goya es que la alfombra roja no es roja, sino rosa.

Lo primero que descubres cuando llegas a la Gala de los Premios Goya es que la alfombra roja no es roja, sino rosa. Ahí es cuando se cae el primer mito. Madrid no es Hollywood y lo sabe, así que ha decidido cambiar el color para darle un toque personal. Una vez dentro todo es postureo: los vestidos, los tacones, el maquillaje, las pajaritas, los selfies... De puertas hacia fuera, todo es de color de rosa como la alfombra. Pero de puertas hacia dentro, entre bambalinas, muchos se ven superados por los nervios y sacan su lado más salvaje.

Todo el mundo se queja de lo interminables que se hacen las galas de los Goya así que este año han decidido acotar los discursos de los premiados subiendo la música y dejándoles con la palabra en la boca. Algo que desde dentro se vivió con mucho bochorno. Fue el caso de la actriz Natalia de Molina, que después en los corrillos seguía mosqueada por no haber podido hablar del paro y los desahucios porque se excedió en el tiempo y la cortaron en seco.

El maestro de ceremonias, Dani Rovira, fuera del escenario fue uno de los más solicitados. Todo el mundo tenía la esperanza de verle junto a su compañera sentimental y de reparto en Ocho apellidos... Clara Lago, pero no hubo manera.

En la crónica político-fashion, la nota la dio Pablo Iglesias. Ahora que nos habíamos acostumbrado a su atuendo de Alcampo va y se pone esmoquin y pajarita. Evidentemente, el líder de Podemos lo petó en Twitter.

No pareció que se lo pasase del todo mal porque fue el último político en irse de la fiesta, ya bien entrada la madrugada. Otro que parecía tener problemas con la pajarita era Albert Rivera, porque su novia no paraba de arreglársela como si fuera su madre. Se lo hizo tantas veces que me extraña que no cazara la escenita alguna cámara.

Aunque el que más memes protagonizó fue Daniel Guzmán. El actor se emocionó tanto que ha dado pie a todo tipo de chistes, aunque reconozco que algunos no tienen ni pizca de gracia. De hecho, la abuela de Guzmán me pareció entrañable. Antonia no se llevó el Goya, pero daban ganas de abrazarla o de pedirle un Colacao.

Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa llegaron como la pareja de moda. Lo que no sabían era lo pesada que puede llegar a ser la gente. Alrededor de ellos se formó un corrillo gigante que no les dejaba avanzar y es probable que se les quitaran las ganas de volver a unos Goya.

Ricardo Darín fue el héroe de la noche. Además de llevarse el premio al mejor actor por Truman, fue el único que reconoció en público que no está bien cortar los discursos cuando la gente se alarga. Llegó de los últimos al cóctel, después de atender a todos los medios. Y os voy a confesar una cosa: me hice un selfie con él y su Goya. ¡Vaya trío!

Ojo, si te despistas y vas al baño en medio de la gala es probable que te encuentres con algún premiado. Yo no tuve esa suerte.

Debes saber algo más. Cuando acaba la ceremonia, después de 3 largas horas, empieza la guerra por los canapés. Los salones del cóctel se llenaron de actores, directores y productores hambrientos, capaces de dar más de un codazo para conseguir tomar algo. Prefiero no dar nombres. Pero tengo que decir que triunfó sobre todo el sushi de atún y la mozarella con membrillo. Y al final me quedo con una cosa: la lucha de muchas era sobrevivir a los tacones. Su lema: “Antes muertas que sencillas”.