Cosas que hacen los hombres en la intimidad y nadie debería saber

Los hombres, aunque no lo parezca, también tenemos nuestras peculiaridades y estas salen a relucir en la intimidad, donde nadie puede vernos ni juzgarnos

Puede que los hombres seamos la especie más simple de toda la creación. De hecho, a falta de un estudio científico que lo demuestre, podríamos afirmar que entender cómo piensa y actúa un ser humano del sexo masculino es más fácil que matar a Krilin. Si bien la mente de nuestro antagónico sexo se presenta como una especie de Código Enigma ante nuestros ojos, nuestra cabeza es un libro abierto. Un libro de P5, de los de colorear.

Pese a todo, no es agua clara. Los hombres, aunque no lo parezca, también tenemos nuestras peculiaridades y estas salen a relucir en la intimidad, donde nadie puede vernos ni juzgarnos. Hoy vamos a desvelar que son las cosas que hacemos los hombres en la intimidad y que, por nuestro bien, nadie debería conocer.

Se acaba el papel, comienza la aventura

Partiendo de la premisa que las chicas no cagan, todos los hombres nos hemos visto ante esta situación en algún momento de nuestra vida. Al finalizar la faena te das cuenta que no queda papel con el que limpiarte el culo además suele coincidir con esos días en los que ni te acercas a haber hecho un ‘perfect’.

Empieza aquí uno de los momentos en el que la capacidad intelectual y creativa de los hombres llega a su clímax; momentos desesperados requieren medidas desesperadas. ¿Hay algún periódico en casa? ¿Alguna revista quizás? ¿Los apuntes del año pasado? Incluso ese tubo de cartón marrón, ya vacío de papel, teme acabar cumpliendo con un propósito que no era el suyo. Pero eso ya depende del grado de psicopatía de cada uno.


Dos por uno en la ducha

Simple y llanamente: meamos en la ducha. Los motivos pueden variar. Se podría decir que es para ahorrar agua, pero la verdad es que es prácticamente inevitable no dejarse llevar por los impulsos naturales cuando estas bajo ese torrente de agua tan calentito. Y no, tampoco es tan asqueroso. Sobretodo si lo comparas con lo otro que también hacemos en la ducha.


Dos caras

Es una cuestión de curiosidad. “¿Cómo me quedaría la cara si me afeitase? ¿Y al revés?” Pues todo en uno, te afeitas media cara y además de descubrirlo, creas un genial efecto que ni Dos Caras, el famoso villano de Batman. La de situaciones graciosas que se han dado al acabarse la batería de la maquinilla en ese momento.


Escroto libre

Terminamos de jugar a futbol, del gimnasio o de cualquier actividad física que requiera una ducha posterior, pero ¡sorpresa! Nos hemos dejado los calzoncillos limpios y obviamente no volveremos a usar los que ya hemos sudado, hay cosas con las que no se juega. ¿Que cunda el pánico? No amigos, ha llegado la hora del ‘Escroto libre’, una técnica milenaria que consiste en, simplemente, ir sin calzoncillos por la vida. Puede dar cosa al principio, sobretodo si te desplazas en bicicleta, pero la sensación de libertad que produce el liberarte de esta opresora prenda de ropa interior es indescriptible.


 ¡Esa mano!

Por naturaleza, nos pasamos el día con la mano en la entrepierna, normalmente por dentro del pantalón. Es prácticamente involuntario, pero nos relaja, nos da calorcito y al fin y al cabo es un impulso. Este fenómeno suele producirse en la intimidad, pero si estáis atentos también lo podréis observar en público, siempre hay algún despistado que se derrumba ante sus impulsos naturales sin quererlo.


 Si no hace peste, está limpio

Por último, la ley de vida que más nervios ha provocado entre nuestras madres y más perplejidad entre nuestras parejas: si no hace peste, está limpio.

Fácil, útil y cómodo. ¿Por qué lavar la ropa, con todas las molestias que supone, cuando realmente se puede volver a utilizar? Los hombres no pasamos tanto tiempo por la mañana escogiendo la ropa que nos vamos a poner, de ahí los problemas de combinación de ropa que tan mal se nos da; y en general, sobretodo con la ropa interior, este sistema es de lo más popular: observamos qué ropajes tenemos disponibles, procedemos a olerlos y en base a la peste que desprendan nos los ponemos o no. Nos pasamos por el forro al osito de Mimosín vaya.

Sí, somos simples y somos raros. Puede que, aunque sea más fácil de lo que parece, nunca lleguéis a comprender por qué actuamos así o por qué hacemos lo que hacemos. La respuesta más común y lógica suele ser “porque sí”. Alegraros que al menos no hagamos en público todo lo dicho en este artículo.