“Un pueblo que no sabe leer ni escribir es un pueblo fácil de engañar”, dicen que dijo el Che Guevara. Y es bien cierto. Una sociedad con educación es una sociedad que piensa más y mejor, que tiene criterio, que no se conforma. Así que benditos sean los profesores y profesoras, los colegios, los institutos y las universidades.
Sin embargo, durante nuestra etapa estudiantil, todos hemos tenido alguna vez la sensación de estar perdiendo el tiempo. “¿Para qué me va a servir esto a mí en la vida?”, habrás pensado, por ejemplo, cuando te obligaban a aprender estas "lecciones".
Pinta y colorear, pero siempre sin salirse de la línea
“Toma, majo, píntame estos veinte dibujos y, ya si eso, cuando empieces a notar calambres en la muñeca y falta de sensibilidad en la punta de los dedos, pasamos a otra cosa”. Esta era la manera que tenían los profesores de mantener a los niños ocupados mientras leían el periódico.
Pero es que además te imponían normas estrictas sobre cómo pintar, matando cualquier atisbo de creatividad infantil. Las manzanas tenían que ser rojas, el cielo azul, los pollitos amarillos y la hierba verde. Por cojones. Tú lo aceptabas, y cuando habías acabado y pensabas "me ha quedado de puta madre", llegaba el profesor y... ¡Mal! ¡Te has salido de la raya!
Dividir con decimales, algo que seguramente ya no sepas hacer
Es muy probable que ya hayas olvidado cómo dividir números decimales sin la ayuda de una calculadora si es que alguna vez llegaste a aprender cómo se hacía. En ese caso, tranquilo: you’re not alone. Esta es una de esas que, salvo que vayas a estudiar una carrera de números, olvidas nada más hacer el examen.
Saltar el potro, acto kamikaze donde los haya
¿Alguien sabe a día de hoy para qué sirve aprender a saltar el potro? ¿Qué lógica tenía tener que saltar por encima arriesgando de tal manera nuestra integridad física y nuestra dignidad y nuestras partes nobles, en el caso de los chicos?
Saltar el potro es una auténtica prueba de fe. Solo los más ágiles lo conseguían que eran también los que solían dar más rabia. Sin embargo, la mayoría efectuaba un salto estilo sapo y se quedaba a la mitad; otros se clavaban el potro en las costillas o, en el peor de los casos, en la entrepierna. Y otros, quizás los más inteligentes, frenaban en seco al llegar frente al potro y, en un acto de rebeldía y entre las risas crueles de los compañeros, se daban la vuelta y se negaban a un acto kamikaze de tal calibre. ¡Bravo!
Todos los mapas habidos y por haber
No bastaba con aprenderse el de España y el de la comunidad autónoma de turno, no. Si querías aprobar ese trimestre tenías que saberte al dedillo todos los países, capitales, ríos y montañas del mundo. Algo súper útil si algún día vas de paseo por África y te pierdes.
Créditos de la imagen: guim.co.uk