Dios los cría y ellos... acaban siendo tus compañeros de piso. No siempre damos en el clavo eligiendo a aquellos con los que vamos a convivir, y a veces ni tenemos elección. Los resultados pueden ir desde la risa histérica hasta el vómito o la desolación. Agradeced cada día los que podéis salir de casa sin preocuparos por encontrarla calcinada o llena de mocos en la pared al volver.
Del alcohólico al estrangulador de pollas
Yo he tenido varios compañeros adorables. Uno de ellos, de origen francés, llegaba a casa de currar y se bebía un par de botellas de vino. Después se solía quedar dormido en el salón o en el mismo pasillo, todo ello a sus 25 años... El otro era gay y un domingo llegué a casa para encontrarme unos estranguladores de polla en el pasillo, tirados frente a su baño. Se lo dije y se puso mas rojo que un tomate.
La mascota inmortal
Casi me da un infarto cuando fui a coger unas croquetas y lo vi ahí. A una compañera de piso que tuve hace años no se le ocurrió otra cosa que meter el hámster en el congelador del piso. Me dijo que se le había muerto y que le daba pena tirarlo por ahí. En ese mismo piso se nos estropeó el calentador de agua y el casero tardó tres días en mandar a alguien a cambiarlo. Cuando por fin lo arreglaron, le dije a la misma tía del hámster que ya funcionaba el agua caliente, y su respuesta fue: "¡Ah! ¿Que no iba?" Tres putos días pasó sin ducharse la muy marrana era febrero, imposible ducharse con agua fría. Tardé dos semanas en encontrar otro piso y pirarme. Me apuesto los huevos a que el animal sigue ahí congelado hecho una pelota de escarcha. Y de esto hace mas de 10 años.
Las uñas del infierno
De esta historia hace muchos años, en mi época universitaria. Compartí piso con una americana. Pibón pibón, hasta que se quitaba las botas... La hija de puta tenia unas uñas en los pinreles peor que Pipas Carancha. Yo le lanzaba cientos de indirectas, hasta que me harté y se lo dije directamente. La muchacha me miró, dijo "ups, qué despiste, jiji" y se fue rumbo a la cocina. Desconcertado, a los pocos segundos, la seguí. Me la encontré sentada en la encimera de la cocina cortándose las uñas con las tijeras de la cocina que usábamos para cortar las pizzas. El espectáculo era dantesco, y mi cara un poema. Y ella tan tranquila. Pero ahí no acaba la cosa... La hija de puta, cuando terminó, guardó las tijeras tal cual en el cajón. Sobra decir que desde ese día y hasta que me fui del piso poco después no volví a utilizar cubiertos, vasos ni platos de papel. Y desde entonces, lo primero que en lo que me fijo de una mujer son los pies. Si no los tiene cuidados, DESCALIFICADA.
Cerdo de manual
Viví bajo el mismo techo que un maño de aparentes buenas maneras, que en realidad resultó ser lo peor de la guarrería suprema. Bebía zumo y el vaso únicamente lo aclaraba con agua y lo dejaba en el escurreplatos. En general, no fregaba: cogía el jabón, rociaba los platos o cubiertos, o lo que fuera y acto seguido los aclaraba...
El baño lo limpiaba su novia cuando venía a verle una vez al mes, su habitación olía siempre raro, no la ventilaba nunca, solía bajar todas las persianas de casa porque decía que así no entraba el polvo. La ropa sucia se la llevaba a su casa los viernes, un tío que tendría unos 28 años e iba todos los días de traje. Lo que yo llamo un puto cerdo de manual. Lo peor es que intenté hablar con él y me dijo él era muy limpio, que el guarro era yo. Hablé con el dueño para que se fuera.
Convivir o sinvivir
Tuve un personaje como compañero que podría quedarse en lo peculiar pero roza lo inmundo. Reconoce orgulloso su creencia en la mitología asturiana, cree en duendes -a los cuales les culpa de haber "perdido" alguna cosa-, gnomos, bigfoots, licántropos y un montón de seres de dicha mitología. Ojo, no en los pitufos y en los reyes magos. Todo esto podría ser gracioso si no fuese porque el sujeto cumple todos los requisitos para tener una convivencia de mierda:
1. Poner la calefacción sin ser invierno y andar por casa en pantalones cortos y camiseta. Olvidarse de que ha puesto la calefacción y dejarla entre tres y seis horas quemando ingresos.
2. Dormirse con la tele puesta, gastando luz. No, no veía la tele, se quedaba viciándose a la PS3 y a sobar se ha dicho.
3. Autoinvitarse cuando quedas con gente, y, para colmo, hacer el monguer.
4. Pedir constantemente que le hagas una perdida para encontrar su móvil porque no se puede pisar el suelo de su habitación, lo tiene todo lleno de ropa y trastos. Una puta jaula de tigres.
5. Olvidarse durante días de fregar sus trastos, llegando a acumularlos sucios en su propia habitación. No pasar jamás un trapo sobre la encimera o sobre la mesa después de comer o de cocinar, dejándolo todo echo una porquería de salsas y de su comida basura, porque come siguiendo una dieta alimenticia que de la vuelta a la pirámide de alimentos recomendados, es decir, mierda pura.
Estas historias han sido recopiladas de un hilo de Forocoches.com