Esto va para ti, sí tú.
Por todas las aventuras que hemos vivido juntos. Tú, tu coche y yo. Por todos esos momentos en los que tenía que volver andando o coger el metro pero tú me salvaste con un "¿qué me va a importar? Si me pilla de paso. Sube, sube". Y tú y tu generosidad me acercasteis a dos km de mi casa. En la esquinita. Porque esa rotonda tan bien puesta te viene genial y así no te tienes que desviar 200 metros.

Eso por no contar las veces que me sueltas la del ‘acude mejor aquí, que me pilla más de paso’. Y ese aquí, en mi idioma, se traduce en cinco manzanas a la izquierda, cuatro a la derecha, un camino recto de 3 kilómetros y cuando crea que haya llegado, otra vez doscientos metros a la izquierda pasando por el túnel . Pero eh, solo porque, si no, a ti te supone mucho lío.
Pero por favor, que somos amigos. ¿Y para qué están los amigos? Pues para hacerse favores. Un día por mí y otro día por… Ah, no. Espera. Que te tengo que devolver los tres euros de gasolina. “Pero cuando puedas, ¿vale? Te enseño la factura para que veas que no te engaño y de paso te he puesto una alarma en el móvil para que no se te olvide”.

Y qué decir de todos los maravillosos viajes que hemos hecho juntos. Esas escapadas que empiezan siempre con tu ofrecimiento desinteresado donde tú pones el coche. Con orgullo, tomando las riendas, asumiendo toda la responsabilidad. Si es que se te llena la boca solo con decir “Quedamos en la entrada del pueblo que así estáis todos y no voy recogiéndoos uno por uno, que no soy un taxi”.
¿Un taxi? Pero si tus condiciones son peores. Para empezar, que si ‘no a las maletas y mejor mochilas pequeñas’, pero cuando abres el maletero tú te has traído montado ya el camping y el flotador de playa que tenías en tercero de primaria. Y ahí es cuando de repente eres consciente, lo sabes, lo notas: empiezan tus normas.
Las reglas del copiloto
- Te encargarás de la música siempre y cuando tengas buen gusto.
Traducción: Si te gusta mi repertorio bien, si no, también.
-Los pies fuera del airbag. La posición del asiento tal y como te lo has encontrado, las ventanillas subidas y tus gafas de sol en mi cara.
Traducción: ¿Ves todo esto? Ni lo toques.
-Tu móvil al bolsillo y el mío siempre a mano. Traducción: Dile a Juan que en 5 minutos estamos, a mi novia que la quiero y mi madre que quiero albóndigas de comer.
-Nada de dormirte, me das conversación de la buena.
Traducción: Me vas a hacer de terapeuta.
-En mi coche no se come.
Traducción: A no ser que a mí me entre hambre.
-No estás ahí para ser pasivo.
Traducción: Oye tú, dame de comer que no tengo manos. Y las patatas fritas de una a una para que no me atragante.
Y claro, cómo no te vamos a hacer caso si además de ser el que lleva el volante, eres un prodigio de las matemáticas. Si no, de qué esos cálculos mentales y ese despeje de incógnitas a la velocidad de la luz: " Mira, como me debes 20 euros de gasolina me lo descuentas de mi parte de la cena y lo arreglamos”.
Que sí, que todos los copilotos sabemos que conducir es cansado, que se te queda el culo carpeta y tienes que estar concentrado. Pero aguantarte y las mil tareas que me mandas tú a mí mientras voy a tu verita, ¿qué me dices de eso? No se paga ni comprándome tú a mí mi propio coche.

Además, ¿por qué será que cuando todos vamos de copilotos en el coche, pensamos que conduciríamos mejor que el que lo va haciendo? Pues porque es una verdad como un templo.
Por eso amigo conductor, quiero decirte que se acabó. Que ha llegado la hora de pasar a la acción, de llevar maleta grande, Justin Bieber a todo trapo, de tener a alguien que conteste mis Whatsapp, de aparcar en la puerta de mi casa y de estrenar mis propias gafas de sol, y usarlas YO.
Que no es por ti, que también; sino por mí. Siento que ha llegado mi momento, ya es hora de sentarme en el lugar que me corresponde.
Y por eso quiero decirte que cuando te acerque a la parada del bus más cercana de tu casa, espero que lleves suelto.
Atentamente,
Tu amigo conductor.