Los motivos por los que eres más de dulce o de salado

Hay factores genéticos, sí, pero también conductuales y nostálgicos

Tú eres más de dulce y tu pareja de salado. O viceversa. Y lo descubrís día tras día sin excepción. El desayuno ideal de unx incluye croasanes y frutas. El de la otra persona tostadas con huevos. Para la merienda unx quiere granola con yogur griego y otrx hummus con picos. Y para nada te apetece probar lo que anda comiendo tu pareja. Un fenómeno que ocurre muy a menudo por una sencilla razón: eso que suele decirse de que existen personas que son más de dulce y personas que son más de salado es una realidad científicamente demostrada. Y, al parecer, según cuenta la divulgadora científica Boticaria García en su último libro, Tu cerebro tiene hambre, hay dos grandes factores responsables.

El primero de ellos son los genes. En palabras del doctorando en biomedicina Joaquín Vico para Vitónica, “hay algunas regiones del genoma humano que se vinculan con la preferencia por el sabor dulce y el azúcar, por lo que si está más activo es probable que escojamos este tipo de alimentos por encima de los salados”. Y eso no quiere decir que siempre te apetezca comer dulce o que siempre te apetezca comer salado. Es obvio que todo el mundo come ambos tipos de comida. No obstante, tienes una tendencia clara hacia uno de los dos marcada por el ADN que obtuviste de la mezcla de ADN de tus padres. Dicho esto, la epigenética tiene muchísimo que decir en este fenómeno.

¿Que qué es?

Es básicamente la manera en la que tu forma de vivir y todo lo que adquieres después de nacer influye en la desactivación o en la activación de algunos de los genes que contiene tu genoma. Por ejemplo, no es lo mismo criarse en una casa en la que el consumo de dulce es un hecho cotidiano que hacerlo en una casa en la que casi nunca tienes nada dulzón a mano. En palabras del propio Vico, “cuando solemos comer desde la infancia un tipo de alimentos nuestros sistemas de recompensa, dopamina y endorfinas, dan una mayor respuesta al ingerirlos”. Eso puede llevarte a ser de dulce incluso si tus genes te impulsan hacia lo salado. Es la magia de la epigenética.

Además, también debes tener en cuenta el aspecto puramente cultural. Porque si hay una especie que siente arraigo y apego por lo propio es la humana. Como dice este especialista, y basándose en las explicaciones de García, “si durante la infancia o el pasado has tenido mayores momentos de felicidad alrededor de alimentos dulces esa será tu preferencia y no por el sabor en sí sino por la asociación entre el estado de ánimo y el dulce”. Y obviamente tú no te das cuenta de esos mecanismos. Operan de una manera inconsciente. En la sombra. Desde donde no puedes verlos. Pero están ahí. En ocasiones haciéndote difícil seguir una dieta concreta. Por suerte, puedes darle la vuelta.