La ciencia tiene una nueva teoría sobre por qué experimentamos tantos déjà vú

Tiene que ver con una similitud de las escenas muy precisa: ni demasiado vaga ni demasiado profunda

Acabas de mudarte a la ciudad. Estás faltx de compañía y decides descargarte Tinder para tener alguna cita sabrosona que anime tu vida estos días. Y la consigues. Y la tienes. Y va de puta madre. Tanto que termina invitándote a su casa. Todo bien. Hasta que entras por la puerta y una sensación muy intensa de familiaridad te invade. Algo te dice que ya has estado ahí. Algo te dice que esta situación ya la has vivido, como si se tratara simplemente de un recuerdo. Como si alguna fuerza superior hubiera rebobinado tu película. Es un déjà vú. Una experiencia que ha permanecido inexplicable durante siglos desde que el filósofo Émile Boirac la identificara en 1876. Pero ya tenemos explicación.

Porque varias investigadoras de la Universidad Estatal de Colorado, como la psicóloga cognitiva Anne Cleary, han conseguido replicar esta experiencia durante un estudio con la ayuda de la realidad virtual. ¿Cómo? Basándose, tal como explican desde Magnet, en “una hipótesis antigua que sugería que un déjà vu ocurre cuando hay una semejanza espacial entre una escena actual y una escena no recordada en tu memoria”. En ese sentido, no tenían más que sumergir a lxs participantes del estudio en escenarios espacialmente muy similares para que los déjà vu estallaran en sus cabezas. Y así fue. La llamada hipótesis de la familiaridad Gestalt fue confirmada en repetidas ocasiones.

Parecidos “razonables”

Aunque no siempre. Al parecer, la experiencia tiene lugar cuando la similitud entre el nuevo espacio y el espacio recordado es muy fina y no lo suficientemente intensa para que reconozcas el parecido conscientemente. Es decir, que si hubieras entrado a la casa de esa cita de Tinder y su casa hubiese sido bastante parecida a la de tu colega, a la de tu hermana o a la de tu abuelo, no habrías tenido un déjà vu, sino que habrías caído en la cuenta de la similitud. Y quizá incluso hubieses salido corriendo. Por eso estos fenómenos son tan extraños. Porque la frontera en la que tienen lugar es demasiado estrecha. Un cuadro parecido de menos o una ventana parecida de más y fuera.

Y no solo en términos de diseño espacial. Sí, la hipótesis de la familiaridad de Gestalt respecto al parecido de los espacios es cierta, pero, como recuerdan desde este medio, otros “muchos factores pueden contribuir a que una escena o una situación sean simplemente familiares”. Como la iluminación. O los aromas del ambiente. O la suma del espacio con el tono de voz de la persona. La clave, hay que recordar, es que la escena conjunta evoque una sensación de similitud débil. De lo contrario tu mente consciente se pondrá al mando y trazará la relación conceptual pertinente. Y adiós magia. Pero bueno: tampoco es algo que puedas ni quieras forzar. Es la belleza de los déjà vu.