A La Caza De Las Cagadas Ortográficas Urbanas

Creer en la justicia es algo muy saludable. Tener fe en que el tiempo pone a cada uno en su lugar nos ayuda a seguir adelante y la vida en general...

Creer en la justicia es algo muy saludable. Tener fe en que el tiempo pone a cada uno en su lugar nos ayuda a seguir adelante y la vida en general resulta más sencilla cuando, ante la frustración de no poder hacer nada al respecto de algo que pide a gritos un cambio, sigues agarrado a aquella cuerda de esperanza de saber que lo que tiene que ser, será. Sin embargo, a veces, tomar cartas en el asunto, ensuciarse las manos y poner el grito en el cielo es más fácil de lo que parece.

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Y es que toda injusticia merece su causa, necesita su justiciero y, además de un hashtag –por supuesto, si no, ¿para qué?– precisa de una acción reivindicativa que, viral o no, luche por un mundo más justo. Y hoy, gracias a un colectivo admirable en mayúsculas, estamos más cerca de una utopía en que la justicia no depende de señores con togas poco favorecedoras para la figura. Esto va por quienes se arremangan en general y, en particular, para aquellos que batallan ante una de las injusticias culturales y ataques indiscriminados contra la integridad más brutal para los bienaventurados que hablamos el castellano. Porque de bien nacido es ser agradecido.

El protagonista: cualquier tío con calzoncillos sobre mallas escondiendo una vida de tedio, un trabajo mediocre y un problema de adicción al zapping y a la comida rápida. Un tío que podrías ser tú o podría ser el de mantenimiento de tu oficina, paseándose discreto frente a tu mesa mientras esconde la identidad de súper héroe de una noble causa.

La causa: el atentado al legado de nuestra lengua. Un fallote de ortografía en el muro frente a tu ventana. Te Kiero Idiota. Va. Y es que los hispanohablantes gozamos de un idioma tan rico y con una infinidad de matices tan a menudo infravalorado que un insulto cultural a este no puede ni debe quedar impune. Y menos cuando se trata de una ofensa ortográfica abierta, visualmente obligada para los ojos de todo transeúnte, vecino y espontáneo visitante. En la calle, en las paredes de todos. Joder. Duele mucho. Mándale un mensajito que es más íntimo y Jessi lo leerá antes.

El arma: tinta roja.

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Son Acción Ortográfica de Madrid, los cracks que en Quito y Madrid ponen fin con sus implacables correcciones a declaraciones de amor y demás brillanteces literarias de Street art. Justicia de la buena. Sin burocracias. Justicia sin martillos de broma. Por esta gran popular lucha por la cultura, por la lengua, por el respeto y por la buena educación.

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