Tú lo sabes, pero nosotros te lo recordamos. Y te apoyamos. No estás gorda. O sí. Si eso significa menos delgada que hace cinco años. Pero, ¿por qué tiene que ser una cosa peor que la otra? Si resulta que ahora has subido un par de tallas, qué pasa, ¿se muere un gatito?, ¿desaparecen todos los restaurantes de sushi de la faz de la tierra? No. Lo cierto es que da igual. Y debería darnos igual. Nada justifica el 'linchamiento 2.0' al que has sido sometida. Así que, aunque sabemos que a ti te importa una mierda que te llamen gorda porque te rebota en la Umbrella, queremos decirte que la explicación es sencilla: el mundo es hipócrita, y envidioso.

La polémica comenzó hace un par de semanas cuando dos medios estadounidenses —The Shade Room y Barstool Sports— publicaron un tweet en el que salías con unos vaqueros anchos y una camisa de hombros descubiertos. Es una foto casual, en la calle. Además, parece que te tapas el vientre con el bolso intencionadamente. En buen momento te pusiste el bolso justo ahí, Rihanna, querida. Porque si hay algo peor que que te llamen gorda en tono despectivo es la forma de suavizar y justificar el agravio diciendo que es porque estás embarazada, como si sólo estuviera permitido entrarse en carnes para hacerle sitio al retoño. No me jodas.
Fuentes cercanas a ti han desmentido los rumores, pero aún así seguimos indignados con los comentarios de los medios que publicaron tu foto. Uno, concretamente, decía que "a ver si ahora ibas a poner de moda estar gorda". Tócate los pies. ¡Ojo! no se vuelva a plagar el mundo de Gracias de Rubens y nos vayamos derechitos de vuelta a la gordofilia que imperaba en la época renacentista. Porque sí, señores de Barstool Sports, allá por los siglos XVI y XVII un poco de carne lozana estaba de moda, igual que ahora lo está la carne magra. De hecho, los estetas de aquel entonces se atragantarían visualmente con la cantidad de huesos que pueblan nuestra imaginería moderna.

La dictadura de la imagen del siglo XXI ha impuestos ciertos cánones que las redes sociales se encargan de vehicular cual brazo inquisidor. Es imposible escapar a ellas por mucho que corras. Las redes sociales son omnipresentes y omnipotentes porque son todos y cada uno de nosotros. Y precisamente las figuras públicas como tú, Rihanna, sois las que estáis en el ojo del huracán, las que tenéis la necesidad de estar —o mejor dicho, ser— perfectas más allá del espacio-tiempo.
Sois la diana perfecta para las flechas de hipocresía que lanza este mundo que va de liberal. Como sociedad, hacemos lo indecible para integrar las diferentes orientaciones sexuales, identidades de género, formas de familia, incluso Carolina Bescansa se saca el pecho para amamantar a su hijo en medio de un pleno en el Congreso. Oye, somos una sociedad liberal de la hostia. Pero ojo, no estés gorda que te cae la letra escarlata. Ya ves, fallamos en lo básico y continuamos haciendo el mismo bullying de patio de colegio que cuando teníamos diez años.

De dónde viene esta hipocresía, esta contradicción, te preguntarás. Fácil. De la envidia. Nos gusta, qué digo, nos encanta, ver como seres 'perfectos', 'dioses', se tropiezan y caen de cabeza a la Tierra, convirtiéndose en un mortal más. Sin embargo, somos nosotros mismos, la sociedad, quienes nos empeñamos en consideraros perfectos. No cagáis, no sudáis y no engordáis. Es más, seguramente tampoco envejecéis, ¿no?
Tenemos un grave problema en este mundo nuestro, y es que deseamos descuartizar a aquellos que previamente hemos elevado a la categoría de mitos. Necesitamos recordarnos a nosotros mismos que no sois perfectos para aceptar así nuestra imperfección, pero sobre todo, castigaros por no serlo, porque nos recordáis que dicha perfección no existe y que jamás la alcanzaremos.
Qué hacer ante esto, querida dama de las Barbados, pues a no ser que tengas la capacidad de reprogramar el funcionamiento de la mente humana, la individual y la colectiva, exactamente lo que has hecho: responder utilizando sus mismas armas. Has conseguido volver el brazo inquisidor contra los que te llaman gorda dirigiéndote a ellos en su propio idioma. Un meme como respuesta, qué si no.
