Soy un ‘cardo borriquero’ pero follo cuando quiero

Sí, soy tirando a feo. No lo digo por modestia, lo digo totalmente en serio. Tengo una nariz que daría para un soneto satírico de Quevedo, unas entradas que dejan entrever mis más sucios pensamientos y, de cuerpo, tampoco es que me vayan mirando los

Sí, soy tirando a feo. No lo digo por modestia, lo digo totalmente en serio. Tengo una nariz que daría para un soneto satírico de Quevedo, unas entradas que dejan entrever mis más sucios pensamientos y, de cuerpo, tampoco es que me vayan mirando los bíceps por la calle. Soy el típico amigo del grupo que no va de guaperas o de fucker por la vida pero que, en realidad, folla más que todos juntos. Un ‘cardo borriquero’ de los de toda la vida que oculta una excitante y agotadora agenda sexual que suscita la envidia de sus perplejos allegados.

A estas alturas te deberías estar preguntando: “Sí, venga… y,¿cómo coño lo haces?”. Pues la respuesta es simple: soy un tío de puta madre. Te lo explico. Soy un chaval que siempre sonríe, siempre. Me importa más bien poco que llueva, tener un día de mierda o que me mires con cara de mierda. Siempre estoy dispuesto a sonreírte y hacer tu día más agradable. De hecho, cuando salgo de fiesta lo primero que hago es repartir carcajadas. Soy feo, pero no voy por la vida mirándome el ombligo sino mirándote a los ojos con mi mejor sonrisa Profident.

Me cuido y te cuido. Sí, cuidarse es la clave para la gente normalilla tirando a fea, es decir, la mayoría. Tengo mi propio estilo, busco ropa que me favorezca y cuido los detalles. Me gusta fijarme en lo que se lleva y descubrir cómo combinarlo para ensalzar mis fuertes y ocultar mis defectos. Te sorprenderías de la cantidad de mujeres que me preguntan por mis gafas de sol o mi truco para tener un bronceado de puta madre todo el año sutil, nada de rayos. 

Pero más allá de los detalles, tengo un arma infalible que nunca falla: el ‘palique’. Soy de los que te encuentras por la noche y, aunque desde el primer momento sepas que no vas a tener ganas de arrancarme la ropa durante la próxima media hora, no puedes parar de hablar conmigo, reírte y pasar un buen rato. Más que invitar a copas, a mí llegan a ofrecérmelas para que siga contando mis historias. En mi opinión, no hay nada más excitante que hacer reír y, mira tú por donde, parece que muchos opinan lo mismo. Mientras mis amigos guaperas sujetan el cubata en la barra con cara de rancios, yo me paso la noche bailando y de risas.

Otra cosa súper importante y en la que los guaperas simpáticos que también los hay fallan casi siempre, es en las orejas. Sí, en las orejas. Las mías son como las de Topo Gigio pero al menos las uso para lo que están diseñadas: para escuchar. Por muchos pendientes de brillantes a lo Beckham que te pongas, si no escuchas a una mujer cuando estáis juntos no creo que la cosa vaya a acabar demasiado bien. Además, te pillarán en seguida si aplicas la máxima de ‘digo sí y sonrío’ porque, eso, lo que demuestra es que lo único que quieres de ella es el folleteo. Y a mí también, pero eso no quita que me interese por otras cosas antes.

Entonces, la cuestión principal reside en cómo salir de la etiqueta de ‘amigo feo y gracioso’ para acabar en la cama cada finde e, incluso, acceder al honorable título de ‘empotrador’. Pues no hagas nada. Ni te preocupes. Es más, haz ver que te importa una mierda pillar o no. Si haces todo lo que te he dicho antes, te aseguro que tarde o temprano, cuando menos te lo esperes, esas risas se convertirán en una insinuación y, si estás atento para aprovecharla, —está claro que los feos tenemos que afilar nuestra picaresca— acabarás triunfando como la Coca-Cola. Lo más flipante es que, en mi caso, son ellas las que suelen tomar la iniciativa.

Y es que, aunque estés más bueno que Tom Hardy hasta el culo de Viagra, si no tienes ‘palique’ es posible que te quedes a dos velas. Así de claro. Por experiencia te digo que muchos de los musculitos, modelitos y metrosexuales que me encuentro por la noche acaban en su casa más solos que la una. Ellos y su ego. Como si fueran demasiado perfectos como para perder su tiempo contigo. Mejor, más campo libre. Como los peces rémora con los tiburones, yo estaré acechando para lanzar mi sonrisa y lo que caiga. Asúmelo: los feos somos más y, aunque solo sea por estadística, siempre follaremos más.