No sabemos si nos estamos convirtiendo en personas estúpidas a cada selfie al que ponemos un like o si es mejor no juzgar a nadie y tirarse a la piscina de la amabilidad en las redes sociales en que la gran mayoría de nosotros vive nadando.
No hay más que ver el éxito del selfie stick, así como divertirse observando a alguien hacerse selfies, a menudo repetidos varias veces para asegurarse de que el ángulo ideal queda bien capturado. Unos se entregan a los placeres de la tecnología del fast amor propio –como un McDonald's de palmaditas en el hombro. Hola, quería una ración de amigos grande y un refresco de que mi vida es perfecta, gracias–.

Es como ver una obra de teatro desde detrás del escenario, pues haces de espectador desde los ojos de un actor, estando en esa fina línea que separa la ficción de la realidad. Como dormir con los ojos abiertos. En resumen, y por ponerlo en pocas palabras, puede decirse que los comportamientos a los que las redes sociales nos han llevado son una película de Ben Stiller y Jim Carrey –antes de que decidieran hacer cine serio–.

Hay toda una filosofía detrás de los likes. Intercambios de favores, insinuaciones romántico-sexuales, amistades de dudosa naturaleza y un gran, tremendo y demencial postureo. Y ahí, ese actor-espectador es quien decide en un momento dado arremangarse el brazo y hacer unos estiramientos con el dedo índice: es hora de señalar. Nadie dice que en él o ella no haya una ínfima partícula de lo que critica pero, sea como fuere, sin duda lleva a la introspección y a la autocrítica. Alfonso Casas es en este caso un ilustrador que sobre su libreta plasma el sarcasmo con que el costumbrismo de hoy merece ser tratado y de forma elegante arroja luz sobre esas prácticas que, aunque lamentables, hemos aceptado como no ridículas.
Al fin y al cabo, no se trata más que de otro misterio del ser humano. Como cuando algo nos indigna y nos reímos por no llorar; así que un fuerte abrazo a Alfonso Casas por ser uno de esos señaladores de tonterías para que, por lo menos, nos podamos reír.