Billy Miske, El Boxeador Que Eligió Morir Con Los Puños En Alto

A Billy Miske le apodaban 'el relámpago de Saint Paul' porque nació en la capital de Minnesota. Tenía 24 años y una carrera de boxeador en alza cuando le diagnosticaron la enfermedad de Bright

A Billy Miske le apodaban 'el relámpago de Saint Paul' porque nació en la capital de Minnesota. Tenía 24 años y una carrera de boxeador en alza cuando le diagnosticaron la enfermedad de Bright, que degeneraría sus riñones hasta matarlo cinco años más tarde.

El consejo médico era de manual: dejar de boxear para alargar al máximo sus días. Pero no era tan fácil, y no porque Miske amase el boxeo por encima de todo, sino porque la mala inversión de sus ganancias había llevado a su familia a acumular deudas. Así que con la certeza de la muerte, Billy decidió ocultar la dolencia a su esposa e hijos y siguió encima del ring, ganando dinero para apenas pagar lo que debían.

A los únicos a los que puso al día de su situación fue a su mánager, Jack Reddy, y a su buen amigo y periodista George Barton. Combate a combate, golpe a golpe, los riñones de Miske se fueron deteriorando más rápido de lo que la enfermedad ya hacía por sí misma, llevando al boxeador a convertirse poco a poco en una sombra de sí mismo.

Pese a su situación, se las apañaba para evitar que la prensa y su mujer, Marie, se enterasen de su enfermedad. Incluso llegó a pelear en 1920 con Jack Dempsey por el título mundial de los Pesos Pesados, en un combate en el que cayó por knockout -el único de su carrera- en el tercer asalto.

Pero todos sus esfuerzos no sirvieron para tapar el agujero económico que había dejado un negocio de venta de coches fracasado. Tenían que vivir al día. En enero de 1923, tras vencer a Harry Foley, se desmayó en el vestuario. La enfermedad pesaba demasiado y se retiró. De hecho, para no haber dejado de boxear, ya llevaba demasiado tiempo vivo.

Cada mes que pasaba no hacía más que empeorar su estado y el de su economía. Vomitaba más que comía pese a llevar una dieta a base de pescado hervido. Orinaba sangre y apenas podía seguir disimulando y hacer una vida normal. Pero lo que de verdad le mataba era ver sufrir a su esposa y a sus hijos, ya que sin ingresos, se habían visto obligados a empeñar hasta los muebles de su casa.

Se acercaba la fría Navidad de Minnesota cuando tomó una decisión: no morir en la cama y sacar fuerzas de donde fuese para subir al ring una última vez y ofrecer a sus seres queridos la mejor Nochebuena de sus vidas. Miske habló con Jack Reddy para que le organizase una última pelea, pero tanto este como Barton, sabedores de que un combate más sería su muerte, intentaron disuadirlo. El periodista incluso amenazó con contar la verdad en el Minneapolis Tribune, aunque la voluntad de Billy era clara: si tenía que morir, mejor que fuera en el ring.

Finalmente, Reddy accedió a buscarle una pelea. El 7 de noviembre de 1923, pese a llevar meses sin entrenar y con los riñones destrozados, se enfrentó a Bill Brennan en un combate que, con la perspectiva del tiempo, podemos calificar de sobrenatural. Los periodistas, completamente ajenos a su deplorable estado de salud, narraron cómo Miske mandó a Brennan a la lona en el cuarto asalto en una de las mejores actuaciones de su vida.

Con el dinero que se sacó cumplió su deseo: recuperó los muebles de su casa, compró muchos regalos para sus hijos, y un piano de cola, que era lo que siempre había querido Marie. Sobre el piano, una nota: "Ojalá tu música cambie el mundo como me ha cambiado a mí". Aún quedó algo de dinero para cubrir gastos a corto plazo. Tras una Nochebuena inolvidable, Billy le pidió a Reddy que lo llevase al hospital y le contó la verdad a su mujer. Solo una semana después, el 1 de enero de 1924, Billy 'el Relámpago de Saint Paul' Miske, murió.

 

Crédito de la imagen: joejennette.com