El Amor De Mi Vida Tiene VIH Y Así Es Compartir La Cama Con El Virus

Más vale un magnífico polvo con condón que un polvo mediocre sin condón, ¿no? Eso es lo que siempre ha defendido Frederik Peeters, autor de Píldoras azules.

Más vale un magnífico polvo con condón que un polvo mediocre sin condón, ¿no? Eso es lo que siempre ha defendido el dibujante suizo Frederik Peeters, enamorado hasta las trancas, en la vida real y en su cómic autobiográfico, de Cati. Porque se siente libre y auténtico cuando está con ella, porque juntos son tiernos y salvajes, y porque Cati huele a croissant caliente por las mañanas y cuando cruza un paso de cebra le hace el amor a la calle entera. Él la quiere. Ella le quiere. Solo hay un problema: Cati tiene VIH.

¿Qué harías tú si encontraras a tu alma gemela, pero estuviese contagiada de un virus que durante muchos años desarrollaba una enfermedad mortal? El VIH ha sido un virus muy temido y estigmatizado porque, hasta que en 1996 aparecieron los primeros medicamentos antiretrovirales, desarrollaba la enfermedad del sida que era mortal. Desde entonces los medicamentos se han ido perfeccionando y en la actualidad, con medicación constante, el virus permanece bajo control y no se desarrolla en absoluto, aunque sí se contagia.

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Pero la realidad es que ponerse un preservativo no hace desaparecer el virus, y Frederik lo sabe. En el libro Píldoras azules, usa las viñetas para contar su relación con Cati y con el hijo que ella tuvo en una relación anterior, también contagiado de VIH. Su historia está llena de miedos en el aire, de preguntas difíciles, de dudas sobre el futuro... igual que la historia de cualquier otra pareja. Pero en la suya están, además, las visitas frecuentes al hospital, las pastillas, los jarabes, y la angustia de convivir con un virus al que es necesario mantener a raya.

Y sin embargo, Píldoras azules no es la crónica oscura y victimista de una enfermedad, sino un relato fresco y honesto sobre todo lo bueno que puede existir a pesar de -o incluso gracias a- esa enfermedad. El VIH sin medicación destroza las defensas y hace que el cuerpo de la persona contagiada no pueda luchar contra cualquier otra infección común como la tuberculosis. Estos efectos es lo que se conoce como la enfermedad del sida y que, en los años ochenta fue muy mortífera.

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Y de todas formas, incluso el condón deja de ser ineludible para Cati y Frederik. El miedo al contagio va desapareciendo conforme el médico les ofrece más información sobre el virus y sus vías de transmisión. La sangre de ella metiéndose en el cuerpo de él. O secreciones vaginales en contacto con una herida suya. Circunstancias remotas y que, aunque ocurriesen... aún harían falta varios astros alineados y un montón de mala suerte. "Yo... en su lugar... me conformaría con controlar atentamente mi sexo... y me olvidaría de los preservativos". Aunque eso puede ser válido en una pareja estable. En las relaciones esporádicas el condón sigue siendo el mejor aliado contra tantas enfermedades de transmisión sexual y contra este virus que, aunque ya no es mortal, sigue dejándote encadenado a una vida de medicación.

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El adiós al preservativo es un momento clave, si es que este libro tiene momentos clave. Porque a diferencia de la mayoría de las novelas, aquí no hay presentación, nudo y desenlace; no hay grandes hitos que cambien el devenir de la historia. Solo hay situaciones aleatorias, escenas fugaces que unas veces sorprenden y otras conmueven, palabras que alimentan a los personajes, que se saborean. No hay un guión, ni una estructura. Solo momentos desordenados, con tanto significado como uno mismo quiera darles. ¿Y no es así la vida?