Álvaro Bayona no entiende su vida sin los deporte. Esquí, surf, wakeboard, kitsurf. Son su motor, su pasión. Y eso se le nota en la mirada: despierta, activa. Sus ojos sonrían casi tanto como su boca. Aunque la vida de Alvin volvió a empezar el 15 de enero de 2010, cuando un alud le dejó sentado en una silla de ruedas. “¿Rendirse? Eso nunca”. Aunque su primer pensamiento cuando el helicóptero le llevaba al hospital fue que jamás volvería a ser el mismo, pronto convirtió esa idea en una motivación para superarse y convertirse en lo que ya es, un grande del deporte. Alvin ahora es también más humano, más sensible y más comprometido. Su espíritu es envidiable y, gracias al entusiasmo con el que lo transmite, también resulta contagioso.

Sigues igual de inquieto, de activo, practicando los mismos deportes… Después de todo, ¿te ha cambiado mucho la vida?
La verdad es que no, simplemente me tengo que mover en una silla. Yo me he dedicado siempre al deporte y he seguido con ello. Es todo cuestión de actitud. El deporte implica sacrificio, sufrimiento y alegrías casi a partes iguales, y lo mío ha sido lo mismo. Si te lo tomas con buen carácter, tiras para adelante, no hay paredes que te detengan, no existen los muros.
Resumiste el primer año después del accidente en un documental, Camí d'Alaska. ¿Cuál fue la motivación para contar tu historia?
Todo el mundo quedó muy sorprendido por cómo afronté mi nueva vida. Uno de mis amigos me propuso rodar un documental, y el resultado es precioso. Trata de la lesión, del tiempo que estuve en el hospital, de cómo vivía el día a día, y todo ello ha servido de ejemplo a mucha gente, así que no puedo estar más satisfecho.
¿Por qué precisamente Alaska? Dices que allí “te hartas de vida”. ¿Es algo así como tu paraíso soñado?
Exacto. Yo soy un apasionado de la montaña y un enamorado de la nieve. Por eso Alaska es mi lugar ideal, por la calidad de su nieve, por ser un parque natural poco poblado, con osos casi en cualquier sitio. En Alaska hay vida y no hay humanidad, que es el binomio perfecto, porque la humanidad es lo que acaba jodiéndolo todo. Mi sueño es poder ir allí a practicar helisky, aunque para eso hace falta mucha pasta.

Tienes un montón de proyectos en mente y los compaginas con el trabajo en tu Fundación. ¿Qué tenéis ahora en marcha?
Trabajamos en la rehabilitación de pacientes con lesiones medulares a través del deporte adaptado haciendo stand up paddle surf. Este es un campo en el que queda mucho por hacer, por eso me he dedicado a recorrer el país aprovechando competiciones para conectar con personas que quisieran conocerme y seguir mi ejemplo. Y es bonito: la gente asume mis pasiones como propias y terminan haciéndolas parte de su vida. Tengo la limitación del dinero, porque tengo una pensión de mil euros, pero el trabajo es muy gratificante.
También has patentado una silla para deportes acuáticos. ¿Cómo funciona?
Cuando pude volver a practicar los deportes que me gustan tras la operación, me di cuenta de que hacía falta crear una silla adaptada para poder entrar en el agua, un dispositivo unido a la tabla para poder mantenerte. Me inspiré en un modelo francés, porque en España encontré que no había nada que se le pareciera, y me puse manos a la obra. No tengo marca, ni fábrica ni es mi intención hacer negocio: simplemente, quiero facilitar a la gente que tiene las mismas limitaciones que yo que puedan practicar el deporte que también les apasiona. Y sí, admito que hay muchas cosas duras, pero merece la pena una vez estás dentro del agua.
En el plano personal, ¿de qué te ha servido pasar por esta experiencia?
En mi vida, esto me ha dado mucho por saco. He perdido amigos, perdí a mi pareja… Finalmente, esto es una batalla diaria, una tormenta para la que tienes que estar preparado. Pero luego sale el sol, el de después de la tempestad, así que yo sigo adelante pensando en eso, con paciencia, con ánimo. Y cuando sales, sales más reforzado. Es duro, pero que te jodan la vida es la mejor manera de hacerte fuerte. Es una buena manera de crecer.
En todo este tiempo has hablado con muchas otras personas que también van en silla de ruedas. ¿Qué es lo primero que les dices?
Doy muchas charlas en empresas, en colegios, en centros de los que me llaman… pero a los que son ‘de los míos’ no les digo nada, sólo me presento y les cuento mi experiencia. Vamos hablando, la conversación es fluida, y ellos ven mi actitud. Cuando saben que he estado en Australia, en Tailandia… interpretan que tienen que ponerse las pilas. Siempre les digo, eso sí, que deben cuidarse mucho, porque el ser humano no está hecho para vivir sentado. Yo dedico una hora u hora y media al día a estar de pie, me voy al gimnasio, me pongo pequeños retos, me canso, sudo, invierto tiempo en mí mismo. El error está en acomodarte en el “sé que no me voy a volver a mover nunca”. Mal. Hay que trabajar, no dejarse ganar.
¿Dónde se ve Alvin dentro de un tiempo? ¿Qué vendrá después de Alaska?
No me lo planteo. Sólo miro unos meses hacia delante, porque prefiero aprovechar mi día a día. Los proyectos, si puedes hacerlos cuanto antes, mejor. Antes darán frutos. No pasa nada por ir con un poco de prisa por la vida. Es mejor vivir en el hoy.