Este contenido te lo acerca Absolut con su Absolut, porque hay algo que todos buscamos: la oportunidad
de ser quienes realmente queremos ser.
Que nuestra generación deambula por la vida sin valores es una mentira que a estas alturas ya no se cree nadie. No estamos vacíos. Nos gusta, probablemente más a que ninguna otra generación de la historia, eso de fusionarnos con la fiesta, partirnos la espalda bailando hasta que sale el sol y convertir la tecnología en una forma de vida y de expresión. Pero eso no significa que seamos superficiales. Tenemos ideales. Nos importa el planeta y nos importan las personas. Por eso no aceptamos una fiesta donde la gente no pueda ser quien quiere ser, amar a quien ama y meterse en la cama con quien quiera. Sin prejuicios ni fobias retrógradas de ningún tipo.

La prueba definitiva de todo esto, y que sirve para callar a los que critican sin comprendernos, fueron los tres mil jóvenes que asistieron al Absolut Manifesto celebrado la pasada semana, durante los días 25, 26 y 27 de enero en el Pabellón Satélite de Madrid. Una fiesta que transcurrió durante tres noches y donde la música electrónica, el arte contemporáneo más provocador y la tecnología vanguardista se pusieron al servicio de un bien mayor: pasarlo de puta madre y reivindicar al mismo tiempo el amor sin tabús, la igualdad absoluta y ese futuro soñado donde nadie es señalado por ser cómo es.
Tres mil jóvenes celebraron la libertad del amor sin tabús, la igualdad y la tecnología
Porque es ahí, en esa mezcla explosiva e increíble de ingredientes, donde nos hacemos únicos: un ansia voraz por el placer, sumado a una imperiosa necesidad de acabar con cualquier tipo de intolerancia. La primera noche de fiesta, Free Love, fue una apuesta radical por el amor libre, el tipo de amor que realmente merece la pena, si lo piensas un poco. Ya sea amor por uno mismo, amor por otra persona o amor por centenares en una bacanal mítica. No importó entonces y no importa ahora, porque siempre que tenga lugar sin ningún tipo de barreras, será un amor de verdad.

Y ahí estaban artistas visuales como Kito Muñoz, cuya normalización de las relaciones sentimentales homosexuales a través de fotografías terminaron de redondear un concepto que no deberíamos olvidar nunca: vive y deja vivir. Y nunca significa nunca.
La segunda noche de fiesta, True Equality, giró alrededor de la igualdad: entre culturas, entre sexos, entre particularidades. Para ello, tanto los músicos como los creativos visuales prestaron su arte al servicio de una causa que, lamentablemente, las generaciones que nos precedieron no pudieron cambiar: las manchas de etnocentrismo, racismo o machismo que pesan sobre el ser humano. Nosotros, y especialmente las 3000 personas que bailaron esa noche imbuidos por las notas de Sophie o las letras prolibertad sexual de 18+, aún tenemos la oportunidad de arreglarlo. Porque quienes creyesen por un instante que beber vodka es incompatible con cambiar el mundo, estaban muy equivocados. Casi tanto como quienes lo ensucian con sus fobias.
Las manchas de etnocentrismo, racismo o machismo aún pesan sobre el ser humano
La tercera y última de estas inolvidables noches, Responsible Future, fue una oda al futuro con el que todos los mileniales soñamos. Uno fascinante donde la tecnología, en lugar de idiotizarnos como dicen las voces críticas, nos ayude a proteger el planeta de nuestra propia actividad inconsciente y nos haga más libres. Uno inspirador donde nadie quede al margen. Uno donde convivamos respetando lo que hace diferente y especial a cada uno. Uno donde la creatividad, y no los miedos, muevan el mundo. Y las mentes creativas que estaban allí aquella noche se encargaron de mostrarnos pequeñas pinceladas de este futuro que está por llegar, como el italiano Lorenzo Senni y su música futurista o Boldtron y su performance sobre las cadenas fast foods veganas del mañana. Porque sí, los animales también recibirán el free love y la true equality algún día. Y es que claro que nos importa el futuro. Después de todo, es ahí donde vamos a pasar el resto de nuestras vidas.
Así que la próxima vez que te acusen de ser un milenial indiferente a los problemas del mundo, perdido en su propio mundo de likes y etiquetas, recuérdales que durante tres noches Absolut transformó en música, en arte y sí, en alcohol y fiesta también -porque no renunciamos a disfrutar y experimentar la vida al máximo- todo aquello que guardamos dentro como generación. Ya lo dijo el multimillonario Victor Pinchuk: "Arte, libertad y creatividad cambiarán la sociedad más deprisa que los políticos".

Nosotros lo sabemos, y ese es nuestro manifiesto, la bandera que portamos donde quiera que vayamos.