7 Cosas Que Durante Tu Juventud Te Juraste Que Nunca Harías Pero Que Has Acabado Haciendo

Seguramente, si nuestro Yo de cuando teníamos 20 años viera a los que actualmente rondamos la treintena, nos daría un buen par de hostias. 

Seguramente, si nuestro Yo de cuando teníamos 20 años viera a los que actualmente rondamos la treintena, nos daría un buen par de hostias.  De jóvenes somos tan gilipollas que creemos que nuestras convicciones de entonces son las definitivas. Nuestros ideales son incorruptibles, creemos que nuestras parejas van a ser para toda la vida y nos imaginamos con ellas viendo jugar a los nietos en un porche de Luisiana, los colegas son como hermanos y pensamos que nunca los vamos a perder... Obviamente el tiempo pasa y algunas cosas cambian. Nos hacemos promesas firmes y juramos sobre alguna tumba que nunca las romperemos. Pero las acabamos rompiendo, como por ejemplo estas:

Ponernos la camisa por dentro de los pantalones

¿Llevar cinturón? ¿ponerse la camisa por dentro? Eso cuando tienes 20 años puede parecerte una actitud de lo más conservadora. Algo que nuestros padres y nuestras madres nos recomiendan para estar más guapos nos decían y nosotros los mirábamos como si fueran terroritstas de la estética no podía ser bueno para nosotros. Hoy nos miramos en el espejo y ¡oye! la idea de tener el cuerpo dividido en dos tampoco resulta tan loca. Hasta en ocasiones nos  gusta llevar americana, chaleco en plan Monedero o ponernos tirantes como nuestros abuelos hacían hace más de medio siglo. 


Hacer callar a los vecinos

Tres de la mañana de un jueves. Vuelven tus vecinos los jodidos estudiantes universitario de farra borrachos como cubas y con ganas de hacerse una pasta a la boloñesa para poder dormir con la barriga llena. Cuando éramos nosotros los que regresábamos a casa de fiesta dando tumbos y chocando contra todas las paredes con intención de montar el jolgorio pasando de toda norma vecinal, afirmábamos vehemente arrastrando las vocales: "¡Nuuuncaaa vooooy aaa deeeciiirleee aaa miiis veeecinos queee seee caaalleeen!" Actualmente, si al día siguiente tenemos que levantarnos temprano para ir a trabajar sí, trabajar, eso que también dijimos que nunca haríamos pues pensábamos que a los 30 estaríamos viajando por el mundo, golpeamos la pared y lo único que arrastramos son las consonstes: "¡ssssshhhhh!".https://media.giphy.com/media/B46OnS3oGxk5y/giphy.gif


Hablar de la gente de 20 años como si fueramos abuelos

Cuando veíamos a gente de 30 años de fiesta dándonos lecciones de la vida como si ellos tuviesen 90 tacos, nos descojonábamos de la risa y pensábamos: "¡vaya dinosaurios están hechos! Yo  a su edad no seré tan cansino". A los 30 nos encanta referirnos a nuestros 20 como si hubiesen transcurrido dos siglos y tres glaciaciones y decir esa frase que entonces nos reventaba: "Cuando tengas 30 lo entenderás".

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Ser unos cocinillas

Nuestro yo pasado: "Si puedes comerte una pasta con salsa de tomate de bote y atún, comprados en el colmado de la manzana, y tardas 10 minutos en cocinarla ¿para que quieres pasarte 1 hora en la cocina entre ollas y sartenes?" Nuestro yo presente: "Hoy voy a cocinar una moussaka de verduras compradas en la tienda ecológica de mi barrio. Mientras cocino me tomaré una copichuela atención al diminutivo de vino, o mejor un gintónic con petalos de sándalo importado de la india y pimienta de Java". Efectivamente, la edad hace al burgués y al alcohólico.https://media.giphy.com/media/xKggUfdA60O6A/giphy.gif


Hacer la compra muy en serio

¿Sabéis que existen tiendas que con 20 años resultan invisibles? Tiendas que van más allá del supermercado. A día de hoy a la gente que ronda los 30 nos gusta pasear con el carrito por el barrio y comprar cada cosa en su sitio, charlar con los vendedores sobre la calidad de los tomates en invierno y sobre cómo se ha disparado el precio de la berenjena en los últimos tiempos, saludar a los camareros del bar de la esquina y hablar de futbol aunque a nos importe un pimiento el futbol... ¡como hacía nuestras abuelas hace medio siglo!https://media.giphy.com/media/Adx3odNx1Q0ow/giphy.gif


Decir no a la fiesta

Si algo odiábamos y temíamos con 20 años era perdernos una fiesta. No soportábamos pensar que al día siguiente, en Facebook aún una red social emergente, aparecerían fotografías de la noche anterior que por algún motivo peregrino nos habíamos perdido. No podíamos con esa situación de llamar a un colega que resacoso nos dijera: "Chaval, no sabes la que te perdiste ayer, fue épica". Eso obviamente hizo que tuviéramos que tragarnos algunas noches parecidas al fin de año en una residencia de ancianos.

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A los 30 nos escuchamos decir la siguiente frase: "No, hoy no saldré que mañana me quiero levantar temprano para hacer recados" ¿Recados? ¿Temprano? Definitivamente nuestro alter ego de hace 10 años nos hubiese dado una paliza.