6 razones para ver el Club De La Lucha

El Club de la Lucha ha sido acusada de efectista en múltiples ocasiones cuando, precisamente, ese es su propósito: calar profundamente en el espectador para que se grabe el mensaje oculto tras la cortina de la extrema violencia.

Como toda buena película de culto, su acogida inicial fue más bien infausta.  Ni siquiera a los ejecutivos del estudio les gustó el filme y, por ello, trataron de reestructurar la campaña de marketing con el fin de reducir las posibles pérdidas. Pero aun así, tuvo un escaso éxito en taquilla y recibió un aluvión de críticas bastantes polarizadas. O la amas o la odias, opinan algunos. Cuando en realidad deberían decir, o entiendes el mensaje de difícil comprensión en tan solo un visionado o te quedas con lo básico: violencia extrema y gratuita.

El Club de la Lucha ha sido acusada de efectista en múltiples ocasiones cuando, precisamente, ese es su propósito: calar profundamente en el espectador para que se grabe el mensaje oculto tras la cortina de la extrema violencia. Una suerte de metáfora del conflicto entre las generaciones jóvenes y el sistema de valores impuesto a través de la publicidad que perpetúa el sistema capitalista. La felicidad queda anulada cuando lo que quieres ya está obsoleto y surge un nuevo deseo hacia lo nuevo. Puro materialismo, alienando a la sociedad. Precisamente contra esto se revela el protagonista, el narrador que, por cierto, no tiene nombre. ¿Motivos para ver la película? Muchos. Aquí os dejamos con seis de ellos:

La película supera al libro

El director de El Club de la Lucha, David Fincher, se basó en el libro homónimo escrito por Chuck Palahniuk unos años antes. Tras ver el filme, el escritor de la novela reconoció que la adaptación cinematográfica mejoraba su libro y que la trama estaba más racionalizada. Algo que muy pocas películas consiguen, que no llegan a ser más que la sombra del libro que les da vida.

Aprendiendo a fabricar jabón

El protagonista-narrador Edward Norton, insomne y hastiado, conoce a Tyler Durden Brad Pitt, un vendedor de jabón con una filosofía muy peculiar: la autodestrucción es la respuesta que necesitamos. Por ello, la creación de explosivos se convierte en parte de su día a día aunque todas las recetas que aparecen en el filme son falsas. Sin embargo, el proceso y la mezcla para crear jabón son totalmente reales y, de hecho, ambos actores aprendieron cómo hacerlo en una fábrica de jabón.

Escena pornográfica subliminal

Además de fabricar jabón, Tyler Durden se dedica también a introducir ocasionalmente fotogramas pornográficos en los rollos de las películas que proyecta, con el fin de generar una incomodidad inconsciente dentro del espectador. Y eso mismo es lo que pasa en la escena final de El Club de la Lucha, donde, durante una fracción de segundo, se puede ver un pene erecto ocupando toda la pantalla.

La segunda vez es mejor

Normalmente, cuando más disfrutamos de una película es la primera vez que la vemos. Sin embargo, tras conocer el final de El Club de la Lucha, la segunda vez que la ves es todavía mejor. ¿Serás capaz de descubrir los detalles del filme que ponen a prueba la inteligencia del espectador?

Diálogos polémicos

Si algo levantó las llagas de la crítica además de las imágenes brutales fueron los diálogos. Una de las frases más polémicas tiene lugar en la escena de sexo entre el personaje de Tyler Durden y Marla Singer Helena Bonham Carter. La frase original iba a decir: “quiero hacerte un aborto”, pero fue considerada demasiado ofensiva por una productora en Fox 2000. El director aceptó cambiarla con la condición de que aceptase la nueva sin discutir, que resultó ser aún más ofensiva: “no me habían follado así desde la escuela primaria”.

Únicamente cuando se pierde todo somos libres para actuar

La carga filosófica de la película es en sí el principal motivo para verla. Tyler Durden es un personaje complejo y rompedor, cuyo mensaje filosófico agrupa diferentes doctrinas llevadas al extremo en la ficción. Una mezcla de nihilismo, anti-consumismo, activismo anti-corporativo, primitivismo, neoludismo… y otra cantidad de ismos que dan para pensar un rato.

Vía: Culturareversible               Crédito de la imagen: herocomplex